LUGARES PARA SOÑAR

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jueves, 15 de julio de 2010

HORIZONTE

Siempre es una meta inalcanzable, un lugar que uno persigue con ahínco con la esperanza de lograr alcanzarlo algún día, aun sabiendo que quizá sea imposible.

Como perseguidor de utopías siempre he buscado mi propio horizonte, aquel donde se asientan mis deseos remotos, mis anhelos imposibles. Acudo siempre que puedo a la misma recta que me llevará hacia él, camino por ella: unas veces rápido otras lento; Al final siempre que levanto la cabeza, el horizonte sigue ahí, en lontananza.

Cuál es el horizonte del amor sino la conquista del cuerpo y el alma del sujeto amado. Y cual el horizonte del rencor, sino satisfacer las ganas de venganza que el ser humano arrastra en sus entrañas.

Dice Mario que el único horizonte que un día alcanzamos es el de la muerte, pero quienes lo atraviesan jamás vuelven para contar cómo es aquello. Signo inequívoco de que: o bien están en un lugar genial, o no hay nada; pues el ser humano no resistiría estar en un lugar malo sin quejarse y hacerse notar. En todo caso es ese un territorio ignoto para la mayoría de nosotros.

El horizonte se esconde cada noche para volver aparecer al alba; cuando los últimos estertores del sol se anuncian en él, cae de pronto la noche y nuestro horizonte se esfuma. Al alba, cuando la luz anuncia vida, cuando el sol inunda el día, entonces vuelve a aparecer para indicarnos que es hacia allí, hacia dónde debemos ir.

Hay quien confunde horizonte y horizontal; como hay quien se resiste a diferenciar entre cariño y amor; entre placer y gusto. Para ellos sólo cabría desearles que un día se atrevan a perseguir su propio horizonte y que lo atraviesen. Quién sabe si así se encontrarán a sí mismos.

Continuaré mi camino, perseguiré aquello que diviso desde el balcón de mi mente; y si un día lo atravieso, si un día lo alcanzo, entonces prometo regresar y contar cómo me fue.

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