LUGARES PARA SOÑAR

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cerrar lo ojos y sentir

sábado, 17 de julio de 2010

CUANDO SE PONGA EL SOL

Pocos momentos del día son más hermosos que cuando el sol se empeña en esconderse tras una montaña, tras un edificio, tras el mar, privándonos de su luz y dejándonos en la retina juegos de luces y colores que no pueden ser comparables a ningún otro momento del día. Después llegará el lusco-fusco, un momento este más propio de inicios de aquelarres o fiestas paganas, que de recogimiento.

Cuando se ponga el sol en mi vida, confío en poder mirar atrás y contemplar desde tan lejano lugar que un día, puede solucionar a lo largo de la mañana y la tarde, los errores que pude cometer desde el alba. A partir de ese instante sólo me queda esperar a que me atrape la madrugada, con ella lo negro, lo oscuro…

Mientras ese momento llega, son muchas las puestas de sol que espero ver a lo largo de mi vida. Confío en ver muchas de ellas acompañadas de mis seres queridos, de las personas que aporten algo a mi vida. Cada puesta de sol es diferente, como cada instante, como cada individuo. Todos aportamos algo a ese momento y por ello lo hacemos particularmente nuestro, intenso.

Nunca comprenderé a los que prefieren la noche, a quienes se privan de pasar una hora y media observando como el día agota sus ultimas bocanadas de luz. Es un momento romántico sin duda, que se puede tornar triste si se ve cerca del mar y en compañía de quienes un día enviaron a los suyos en busca de fortuna y encontraron sólo la pérdida. Así y todo, si un día alguien me debiera recordar una vez deje de estar presente que sea ahí, al lado del mar.

Este verano quiero iniciar a mi hija, pretendo enseñarle que momentos como esos siempre quedarán en su cabeza, que el día que sea una anciana venerable, en su retina brillará el sol que un día vio, siendo la niña que es. Ojalá lo comprenda. Y si no lo hace… persistiré.

Cuando se ponga el sol…

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