LUGARES PARA SOÑAR

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cerrar lo ojos y sentir

viernes, 16 de julio de 2010

Y SI UN DÍA ME DESPERTASE MUJER

De pronto me despierto por la mañana, el ruido de los coches en la calle ha logrado despertarme; somnoliento camino hacia el baño de mi casa, enciendo la luz con los ojos a medio abrir; la luz infame del espejo me ciega. Me siento en la taza como todos los días y dejo que mis fluidos salgan del cuerpo; ya casi he terminado, los ojos ya se han adaptado a la claridad.

Voy a incorporarme, algo no va bien, quiero sacudírmela y no la encuentro. Observo con pasmo que dónde colgaba una verga la noche anterior ahora se aventura un botón oculto entre los pliegues de una piel que jamás he tenido.

De un salto me incorporo ante el espejo y me miro, con la esperanza de que los pelos de mi barba delaten mi masculinidad y que al volver a mirar hacia abajo sólo haya sido un susto.

El pelo me llega por los hombros y no hay rastro de barba, la nariz afilada, y unos enormes senos se muestran en su esplendor bajo mi camiseta. ¡Rediós! Caigo de culo, asustado o asustada, ya no lo sé. Me miro con detenimiento, los pelos que recubrían mi cuerpo la noche pasada han desaparecido. Absorto en mis pensamientos intento recrear lo que pasó antes de dormir, “nada”, no pasó nada. Así que debe de ser un sueño.

Y si es un sueño…por qué no vivirlo. Me levanto del suelo, la baldosa está fría. Me quito la camiseta a la vez que instintivamente busco una goma para recoger el pelo en la parte de atrás de mi cabeza, yo que normalmente me peino con dos dedos pues con tres me sobran.

Me introduzco en la ducha, donde el agua caliente me parece hirviendo, sin duda mi temperatura corporal ha cambiado. Me ducho recorriendo mi cuerpo desde los pies hasta la cabeza. ¡Tengo culo! ¡Y no tiene pelos! Que cosas tiene la naturaleza. Los pezones se me han puesto duros, debe de ser por el roce de la toalla al secarme; siempre he sido un hombre de mañanas bobaliconas y ahora he tornado en dama de mañana ardiente. En fin.

¿Qué me pongo? No tengo nada de mujer, pienso camino de la habitación. Abro el armario con la esperanza de encontrar una camiseta amplia y un vaquero, tendré que comprar ropa al salir. Pero no hace falta, en el lado izquierdo, donde estaban mis camisas descubro unos cuantos vestidos para salir a la calle y zapatos que van a juego. ¿Pero si gasto un 47? Pues no, el pié ha mermado.

Después de media hora eligiendo zapatos que vayan con tres vestidos que no me he puesto, he logrado lo que buscaba, encajar una minifalda de infarto con unas botas hasta las rodillas y una camiseta ajustada. Encima pondré una cazadora, sí, una de las ocho que he sacado del armario. Me miro al espejo de la habitación… uff ¡que putón! Pienso para mí, y sonrío. En el fondo el que sufre siempre es el que mira y yo estoy mono, o mona.

Media hora para poner el rímel en las pestañas sin que parezca Alaska, un cuarto de hora para pintar mis labios sin parecer una mujer de alquiler por horas; ¿qué pendientes me pongo? Da igual tengo melena y para una vez que tengo pelo lo llevaré suelto, así que unos pequeños que las orejas no se verán.

Hecha un pincel salgo a la calle, en le portal me encuentro con el argentino, nunca me saluda, pero hoy me ha dado los buenos días y me ha mirado de una manera muy irreverente, sin duda es un viejo verde. Estoy por enseñarle el culo para que se restriegue en el garaje…

Entro al bar a desayunar, aquellos que parecen mirar el periódico; a mi paso, sólo miran mis piernas y mi culo. Sin duda hay mucha hambre por las mañanas. Tras un desayuno sosegado con un croissant integral y un zumito me voy al trabajo. Los comentarios a mis espaldas sobre la cortedad de mi minifalda son equivalentes a la cortedad mental de quien los pronuncia. Ser mujer comienza a ser incómodo en algunos lugares.

A media mañana comienzo a estar harta de las botas y la minifalda; sin duda debí haberme decidido por el vaquero y los zapatos bajos; estaría más cómoda y me mirarían menos.

Se ha terminado la jornada laboral, hace calor. Voy a ir a por una pieza de fruta, cambiarme de ropa nuevamente y salir a tomar el sol. Atrás quedan las comidas pantagruélicas que me metía a las tres de la tarde cuando entre mis piernas colgaba algo.

Al sol, con los pechos al aire se siente uno cómodo, pese a vivir en una ciudad donde los viejos hacen cola para situarse en los bancos desde los que pueden observarse las orillas del río. Alguno sufrirá un desmayo y contará en casa que tiene el azúcar alto. Alto, lo que se dice alto ya no tienen nada, pero…lo sueñan; y claro.

Vuelvo a casa, estoy abrasada, sudo; necesito una ducha. Me lavaré el pelo también, pues la crema solar me lo ha manchado. Acondicionador, champú, gel, crema exfoliante, crema hidratante… secador. Va a resultar que el baño es el lugar donde más tiempo he estado hoy.

Se hace de noche, estoy guerrera, quiero ver hasta donde soy capaz de llegar. Esta noche me visto para matar.

Y salgo de casa como una auténtica loba, dispuesta a dejarme seducir. Al cabo de una hora tres me han dicho lo mismo, cuatro sólo quieren tocarme las tetas, uno me ha rozado con su verga contra el culo. Casi le parto la cara al último por decirme lo que me dijo al oído. ¡Que se lo diga a su madre!

Este me gusta, sí, me lo voy a llevar a mi casa. Bueno mejor no, que me lleve él a algún lado. Jajaja, me propone el coche el muy gilipollas, pero si mido casi 1.90, ¡Que pretende!

Al final vamos a un motel, en el hotel no porque le da corte que lo vean. Igual está casado y todo, pero… no lo quiero para dormir con él, sino para que me de una alegría al cuerpo.

¡Que horror! ¡No sabe ni para que le vale! He estado media hora con las piernas abiertas y un inútil lamiéndome no sé muy bien qué ni con qué. Gusto, lo que se dice gusto algo sentía pero… le he sonreído porque sino pega el gatillazo padre. Al final, una que es apañada y tiene los dedos largos, logra lo que este no logró.

Tras media hora de empujones, no sé donde leches me quería transportar a través de la pared, el llegó y con ello el final de su fuerza, su paciencia y su gracia. Le entraron las prisas por regresar a casa; y dicho sea de paso, a mí también.

Una ducha breve, y a cama. Mañana tendré tiempo de acomodarme. Me acuesto.

Suena el reloj, mi mano derecha busca entre las piernas, sí, ¡estás ahí! Me rasco una y otra vez…que gusto por Cristo. Me voy al baño, me siento, salen mis fluidos, mis ventosidades. ¡He vuelto! Entro en la ducha, gel para todo el cuerpo y cabeza, cinco minutos, salgo. Dejo la toalla en el suelo, después la recojo. Voy al armario, hoy tengo que ir a la oficina para hablar con el jefe. Cojo una camiseta entre blanca y amarilla “Que miras con cara de gilipollas” tiene inscrito en el pecho. Me irá bien con los vaqueros de ayer. Me calzo. Salgo a la calle….

1 comentario:

  1. Ciertamente no coincidimos en gustos de estilismo femenino, si en el reflejo que transmites cuando los hombres miran babeantes ante unas bonitas piernas, ante un escote pronunciado o un culo marcado, puesto que el escaparate es lo imperante en esta sociedad.
    Pero sobre todo, cuando la mayoría de los hombres se cuelgan medallas de honor en cuestiones de sexo, buscando la satisfacción propia sin pararse a contemplar el rostro de la persona con la que están. Si lo hiciesen se darían cuenta que lo único que desea es qe terminen ya...
    Una ingeniosa e humorística historia.

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