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viernes, 9 de julio de 2010

PÉRDIDAS

Todos sufrimos pérdidas a lo largo de nuestras vidas, a veces irreparables por lo que significaron en el conjunto espacio tiempo de nuestras vidas; quien más y quien menos ha sido víctima de una pérdida en forma de óbito, quizá la más evidente y dolorosa pérdida. Es este tipo de pérdida el más terrible y sin duda el definitivo. Sin embargo no quiero hablar de este tipo de pérdidas.

Quiero hablar de lo que hemos perdido, lo que vamos perdiendo en largo caminar de nuestra vida. Hablar de los labios que nos besaron y que ya no lo hacen, de los olores que descubrimos y que han cambiado.

En casi treinta y ocho años he perdido no pocas cosas, otras también las he ganado. Mas estas últimas las tengo presentes, vívidas y no las recuerdo. Son las otras, la que ya no están, las que ahora quiero recordar.

He perdido la capacidad de sorprenderme con algunas personas; personas que un día anunciaron una gran amistad y al cabo del tiempo devinieron en un vacío absoluto.

He perdido gran parte de la inocencia del ignorante, esa bendita ignorancia que hace que unos pocos fastidien a otros muchos días sí y día no.

He perdido el tiempo en tomar diferentes caminos: unos desconocidos por mí, otros impenetrables, los más lo que ya sabía que serían infranqueables y aún así los intenté superar. Pese a todo, de nada me arrepiento pues arrepentirse de haber tomado un camino de manera consciente no deja de ser un ejercicio vacío de autocomplacencia.

Dice el escritor que lo perdido tuvo color pero ahora es incoloro, lo que nos demuestra que es necesario perder para darse cuenta de lo importante que era lo que perdimos.

Con los años perderemos unos recuerdos y encontraremos otros; añadiremos una experiencia vital a todo ello y con suerte, habremos perdido menos de lo ganado.

Lo perdido jamás vuelve a ser encontrado, si acaso nos toparemos con un símil que se tornará diferente en cuanto nos apostemos en un costado y comencemos a rascar. No hay dos personas iguales, dos momentos iguales, dos días iguales. Podemos tener un dejavu, podemos situarnos en el día de la marmota, pero la única realidad es que lo perdido…se ha marchado.

Y afrontar lo nuevo es la única manera de operar sobre el pasado perdido de manera aséptica.

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