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miércoles, 21 de julio de 2010

CONSUMOS

El ser humano siempre h atenido dificultades para asimilar el conjunto de problemas y dificultades que la vida va situando a su paso. Unos pocos recurren a soluciones inocuas, como el pensamiento, la razón y la consulta. Los más tratan de superar sus problemas acariciando, cuando no sujetando con las dos manos, las más variadas sustancias.

Así las cosas son muchos los bebedores sociales, los que buscan ahogar sus penas en alcohol, un día tras otro. Pese a que ven que, no sólo no perecen entre tanto líquido, sino que los efluvios del alcohol les hacen ver el mundo desde una perspectiva irreal.

El consumo de ansiolíticos, antidepresivos y diversos fármacos destinados a la relajación, cuando no anulación, de la voluntad humana, ha aumentado de forma exponencial. El estrés, una enfermedad del mundo desarrollado, ha logrado que sea más conocido el Tranquimazín que el chocolate Nestlé. Y su consumo se ha disparado sobre todo a consecuencia del boca a boca.

Siempre hemos consumido algún tipo de droga: unas blandas y otras duras, entre otras muchas razones por nuestra presunta incapacidad para comprender, y asumir nuestros problemas. Hay muchos que consumen por el mero hecho de transgredir, de investigar qué sucede durante el consumo de esta o aquella droga. La búsqueda de ese vuelo sin motor ni prisa, al que parece que te pueden trasladar algunos psicotrópicos.

Lo curioso de toda esta espiral de consumo politoxicómano es que ninguna de estas sustancias soluciona, retrasa o aleja el problema de base. Así corremos el riesgo, innecesario, de seguir consumiendo a la espera de que desaparezca sólo; cuando la realidad, siempre tozuda, lo incrementará.

Por encima de las instigaciones comerciales y de todo interés particular de quien vende un tipo u otro de sustancia, lo cierto es que subyace en el mundo occidental la necesidad de no vivir la vida que tenemos, sino de intentar una vida extra corpórea. Pretendemos que lo lento vaya rápido y viceversa.

Nos preocupamos de hacer campañas contra el consumo de drogas como la heroína, la cocaína, etc. Y por el camino aparece la cultura del botellón que todo el mundo obvia, donde nos mostramos complacientes con las borracheras repetidas de adolescentes. Adolescentes a los que después será imposible coartar en el consumo de otro tipo de cosas, porque no tendremos ascendencia ninguna sobre ellos.

Campañas gubernativas “luchan” para mejorar la calidad de nuestro “Estado de Bienestar”, una forma de sociedad a la que nos hemos acostumbrado todos sin dificultad; y para ello miramos hacia otro lado ante el aumento de medicamentos que no precisamos, creando una sociedad del medicamento. ¿Alguien ha podido valorar la relación causa – efecto entre el consumo de ansiolíticos en España y los accidentes laborales? ¿Podría estar la baja productividad nacional relacionada con el consumo de antidepresivos? ¿Hasta dónde llegan los tentáculos de las farmacéuticas? ¿Realmente interesa luchar contra el tráfico de drogas? ¿Existirían entonces los fondos reservados y las brigadas especializadas?

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