LUGARES PARA SOÑAR

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cerrar lo ojos y sentir

miércoles, 14 de enero de 2015

CAMINANDO ENTRE MUROS

Somos poco más que el resultado de nuestras vivencias; la suma constante de todas aquellas emociones que nos han llevado hacia un lugar u otro. Iniciamos el camino en la vida adulta en una suerte de gran explanada; un lugar del que partimos en busca de nuestro destino personal sin más guía que lo que la vida nos va situando alrededor. Así, con el tiempo vamos encauzándonos hacia senda, primero, que desembocará en el camino final que guíe nuestras vidas. A lo largo de esta senda nos salimos de cuando en cuando en busca de diferentes emociones y deseos. Saltamos vallas para poder experimentar los sentimientos que van acomodando experiencias en las estanterías de nuestra memoria. Con suerte, una vez hemos iniciado ya el camino marcado llegaremos a un lugar en el que nos estabilizaremos de un modo más o menos permanente; iremos haciendo nuestro ese lugar al que nos ha traído la vida y buscaremos ahí la felicidad. Sin embargo, casi nunca el camino es franco sino que está franqueado por obstáculos que nos obligan a tropezar y levantarnos con demasiada frecuencia. Cuando te das cuenta caminas entre altos muros que apenas te permiten ver que hay más allá. Tan sólo sabes que caminas sin lugar fijo al que llegar; pudiera ser que te hubieses adentrado en un laberinto sin saber, y sigues camino... De pronto, tras una etapa en la que parecen aparecer claros de forma casi imperceptible, el muro disminuye su tamaño hasta permitirte atisbar un enclave verde y soleado en el que, quizás, pudieses plantearte una realidad diferente. Dudas, pero más allá el muro vuelve a levantarse y vienes de un camino angosto. Así que decides darte una oportunidad y comienzas el arduo trabajo de la escalada. Las piedras no son estables, la humedad de los ojos ha permitido el afloramiento de un musgo tan hermoso como resbaladizo. Pero... ¡Qué tienes que perder! Y sigues... Una vez encaramado en el muro, retirado de los ojos el velo de los recuerdos pasados, miras más allá de lo que el natural y desconfiado paso corto te permite. Y ves que hay luz, que el claro se antoja ideal para asentarse mas el temor a volver a equivocarte te hace permanecer en la inestable atalaya y echar la vista abajo... al oscuro espacio entre muros del que acabas de trepar y entonces, y sólo entonces, decides que más vale saltar fuera del camino y arriesgarse a otro rasponazo en las rodillas del alma, que permanecer entre muros...

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