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miércoles, 16 de marzo de 2016

ACERO FRÍO

Las multitudes se agolpan tras las alambradas de frío acero que han devuelto el entramado de fronteras difusas a Europa. Ya no se trata de proteger los lindes del país, sino de apartar a los refugiados. Europa, tan pagada de sí misma, trata de mirar para otro lado; o lo que es peor, paga a países que sobrepasan una y otra vez la delgada línea de defensa de los Derechos Humanos (Turquía), para que sostenga a esta marea de personas que huyen del infierno que tienen en sus países. Un infierno, todo sea dicho de paso, al que hemos contribuido todas las naciones europeas. Antiguamente, los europeos, nos dedicábamos a masacrar a todo el que se pusiese delante en otras latitudes. Utilizamos África como tubo de ensayo para las cosas más viles, además de explotar todos los recursos que pudimos. Pero claro, aquello pillaba lejos y… “aquí no sabíamos nada”. Siria, país con el cual nos unen muchas más cosas (históricamente hablando) que con muchos otros países a los que le bailamos el agua, es hoy un país en ruinas. Su población sufre por todos lados el empuje de los más variados intereses. Los del Estado Islámico atemorizando con su loca utopía, el presidente sirio aprovechando para “limpiar” el país de los que no piensan como él y los rusos en su salsa, intentando controlar un país estratégico en el mundo global. ¿Y Europa? Haciendo el Don Tancredo. En una época de política falaz, donde ésta está al servicio de las grandes Corporaciones y alejándose cada vez más de la ciudadanía. No es de extrañar que vivamos una especie de bucle (hoy dicen una cosa y mañana vuelven al punto de partida). Europa tiene ante sí un reto importante, demostrar al mundo que somos las “personas civilizadas” que siempre hemos vendido al invadir otros países. El acero frío que estamos utilizando para meter en Campos de Refugiados a todas estas personas, no está muy alejado del herrumbroso hierro que otros utilizaron en Campos de Trabajo (Concentración), en la Segunda Guerra Mundial. Alguno dirá: “no matamos a nadie”… ¿seguro? Hay muchas maneras de matar, la más dura es matar en vida, quitar la esperanza y dejar a miles de seres humanos en el limbo. Sólo faltaría que en el siglo XXI, además, les gaseásemos. Aunque alguno habrá que lo piense para sí.

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