A
la Sociedad Española siempre se ha caracterizado por la autoridad sobre el
otro, en lugar de por la capacidad de diálogo. En un tiempo en el que el mundo
no tiene otro modo de avanzar que por medio del diálogo continuo a nosotros,
los españoles, parece que nos viene grande el sentarnos y debatir ideas hasta
obtener lugares comunes sobre los que edificar el futuro.
Lo
queramos o no el mundo no deja de cambiar, las sociedades (también la nuestra)
sufren mutaciones constantes que les
sitúan en disyuntivas muy diversas. Se trata, muchas veces, de un ejercicio de
aceptación; algo a lo que en nuestra tierra no estamos acostumbrados.
Sobre
el tema de ETA existen muchos puntos de vista que hacen que parezca imposible
llegar a ningún tipo de acuerdo por más que los observadores internacionales
digan que el momento es propicio. Está el punto de vista de las familias de los
asesinados, que han sufrido el dolor de la pérdida absurda… Está el punto de
vista de los extorsionados durante tantos años, que pagaron con su dinero, su
salud o su vida… Está el punto de vista de quien se encontró de pronto con un
hijo, hermano o amigo en la “lucha armada” y de los que muchos se hicieron
acólitos a la fuerza… Están los que han sido detenidos, interrogados, a veces
maltratados, por el simple hecho de ser familia, amigos o conocidos… Está el
punto de vista de cada uno de los españoles que hemos vivido esta época desde
la cercanía o la distancia, todos opinadores… Y está el punto de vista de los
políticos, aquellos que deben de hacer esfuerzos denodados por llegar a una Paz
duradera y que, sin embargo, se enrocan en posturas trasnochadas en el tiempo. No
ejercen en la suma, sino en la resta. Pareciese como si oscuros intereses les
bloqueasen la puerta por la que abandonar dichas posturas y buscar el
entendimiento. Sin duda es un tema complejo y duro. Es bueno que se sepa todo:
cualquier por qué, todos los cómo y mucho más… Y, a la vez tiene que existir
voluntad de aceptar que lo pasado ya no se puede cambiar, el presente es ahora
mismo y el futuro debemos de dejárselo de la mejor manera a las generaciones
venideras.
El
Derecho a Decidir es algo que siempre ha dado miedo a la clase dirigente. La mera
posibilidad de que se mueva el Statu Quo de quien detenta el poder, le abre las
carnes. Por esa razón se agarran a cualquier interpretación de la Ley para no
avanzar. Existe un miedo atroz a
plantear un Referéndum en el que un pueblo u otro puedan decidir sobre sí
mismo. Cuando la realidad dice que si lo hubiesen permitido desde el principio
ninguna región de España habría votado SI, ninguna. El mestizaje en esta tierra
es de tal magnitud que, a la hora de la verdad, todos somos de todos lados. Se
trata de un diálogo de máximos para llegar a acuerdos de mínimos. Todos quieren
más parte del pastel, más autonomía…nada más. 50 estados forman la nación más
potente de la Tierra. Cada uno con sus Leyes, sus fronteras, sus policías…
nadie tiene dudas sobre el lugar de dónde es; y tampoco del país al que
defenderían con la vida.
Nos
cuesta dialogar para solucionar lo nuestro; aunque tenemos miles de ideas sobre
cómo actuar en casa de los demás. Permitimos que nos roben en la cara; que nos
usen para salvar los proyectos de unos pocos; somos un país fantástico con
recursos que ya quisieran otras naciones y, sin embargo nos pasamos la vida
discutiendo sobre quien la tiene más grande mientras otros se la llevan del
brazo.
Todas
las mañanas me pregunto ¿hasta qué punto estamos dispuestos a dejarnos manejar
por una minoría (política) que no sólo es incapaz sino que, además, vive en
connivencia con quien nos roba los recursos y usurpa nuestra capacidad de decidir?