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miércoles, 2 de abril de 2014

LA MENTIRA DEL ESPEJO

Casi la totalidad del “mundo civilizado” se ha visto reflejado alguna vez en un espejo. Este artilugio que ya usaban los egipcios ha tenido una historia que ha viajado en el tiempo paralela al desarrollo de las “civilizaciones más avanzadas”. El hedonismo ha hecho de él, un lugar sagrado en el que poder satisfacer nuestras más profundas aspiraciones de estar más hermosos, más bellos. La realidad, distorsionada en más de una ocasión, dista mucho de ser aquella que nuestros ojos ven reflejada. La mente nos juega, no pocas veces, malas pasadas. Y delante del espejo no sería diferente. Ni somos tan guapos, ni tan feos; ni tenemos tan poco pelo, ni tanto... A lo largo de este tiempo en el que el espejo ha viajado con nosotros, hemos aprendido que ha sido la mente, junto con las corrientes de pensamiento vigentes en cada momento, la que nos ha hecho vernos reflejados de uno u otro modo. En una época en la que estar orondo era un síntoma de buena salud, verse delgado en el espejo era mala señal; cuando ocurría justamente lo contrario, pues eran los afectos a la gota los que perecían y no los enjutos propietarios de cuerpos lacerados por el hambre. Jacques Lacan en su teoría del Estadío del Espejo situaba entre los seis y los dieciocho meses la aparición del “yo” psicoanalítico, toda vez que el niño de esa edad ve su reflejo en el espejo sin ser consciente de que no es el mismo. Y quiere ser como él, ya que cuando se mira a si mismo no se ve como un ser completo. Así pues, el espejo nos ha engañado desde bien pronto. Nos ha convertido en esclavos de una belleza fingida; nos ha atribulado con estándares que no se ajustan las más de las veces a la realidad social que vivimos. Buscamos en el espejo una belleza que muchas veces nos es esquiva; tal vez la proporción áurea esté demasiado distante de la angulosa forma de nuestra cara, o tal vez sea la redondez de nuestra mandíbula la que se escape de ese canon de belleza. El espejo miente cuando nos muestra perfectos, guapos, esbeltos, simétricos...y miente básicamente porque cuando nos miramos, no lo hacemos de un modo aséptico, sino que nuestros ojos nos transmiten aquella realidad para la que han sido entrenados. Afortunadamente cada uno de nosotros es un entrenador potencial. Tal vez un día alguien diseñe un espejo que sea capaz de reflejar el interior de cada uno de nosotros; un gran espejo en el que se muestren las miserias y virtudes que balancean nuestro destino. Mientras esto no ocurra, estaría bien dejar un poco a un lado nuestro hedonismo particular, e intentar reflejar en nuestro espejo, el verdadero interior que nos hace ser cómo somos en realidad....

2 comentarios:

  1. Cada uno de nosotros somos a la vez observadores y espejo. Nuestros actos reflejan lo que somos. No con palabras que pueden adornarse para que el otro escuche lo que creemos que quiere oír o lo que a nosotros nos interesa que escuche. Nuestro comportamiento es fiel reflejo de nuestras virtudes y miserias.

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  2. Solo se puede reflejar aquello que es totalmente objetivo, lo que es tangible, lo que se puede medir aunque es indudable que se percibe de manera diferente por cada uno de las personas que lo visualiza. Pero como reflejar una virtud o una miseria cuando el código ético por el que nos movemos no es el mismo, y cuando nosotros mismos evolucionamos en nuestra escala de valores, lo que en determinado momento nos puede parecer una miseria, resulta que con el tiempo es una virtud...o viceversa .. difícil, al final creo que somos un conjunto compuesto por un físico, por una mente, por unas vivencias, por una educación , por una sociedad, por unas circunstancias ......... imposible de reflejar

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