De un
tiempo a esta parte se empiezan a destapar un sinfín de casos de abusos
sexuales de todo tipo y en todos los órdenes de la vida. Ya no hablamos de las
zonas oscuras de la sociedad, de lugares marginados que ocultan las ciudades
tras pátinas de modernidad.
Estamos delante
de un problema que siempre ha existido, que ha permanecido soterrado (y todavía
sigue) en todas las sociedades patriarcales. Las mujeres, pilares fundamentales
de cualquier sociedad, han vivido siempre al borde de la delgada línea que
separa lo consentido de lo tolerado; lo tolerado de lo obligado… En sociedades
como la nuestra, donde la falacia de la igualdad de género todavía tardará años
en ser alcanzada, se ocultan innumerables casos de abuso sexual (generalmente
de hombres a mujeres).
Aprovechándose
de la situación de dominio empresarial, social, económico o simplemente haciendo valer la vileza de su superioridad
física; el hombre ha ejercido sobre la mujer una posición de abuso.
Se piden
penas coercitivas para los abusadores; ya sea a través de penas de cárcel,
endurecimiento de las sanciones económicas, campañas en televisión… pero sigue
permaneciendo el problema entre nosotros. Entonces, ¿cómo poder solucionarlo? Sin
duda a través de la educación, de un cambio en la moralidad vigente. Las acciones moralmente deplorables ocurren
con mayor frecuencia en sociedades en las que las personas buenas no hacen nada
por evitarlas o miran para otro lado.
Es en las
escuelas donde tenemos que empezar a cambiar el modelo social; a través de la
educación tenemos que encontrar el modo de hacer ver a las generaciones
venideras que la igualdad es mucho más que un eslogan pintado en un muro de cualquier
ciudad. La igualdad se logra en el momento en que uno entiende que el espacio
del otro es suyo; y qué puede decidir compartirlo con nosotros o no.
La segregación
por sexos, que algunos llevan a cabo en según qué centros educativos, supone un
alejamiento de la realidad que posteriormente tendrán que vivir esos alumnos. La
diversidad humana es obvia y evidente. En un mundo globalizado la
multiculturalidad supone un enriquecimiento tremendo si se consideran las
diversas culturas como una suma del todo.
Siempre habrá
gente que no sepa adaptarse a los nuevos tiempos, al nuevo país, a las nuevas
costumbres… habrá que enseñarles. La diversidad
nunca debería de ser excluyente, todo lo contrario; la amalgama de
nacionalidades que hoy cohabitan, por ejemplo en España, supondrán siempre un
enriquecimiento a todos los niveles.
Educación y
diálogo constante, no hay otro camino. Este es un problema de todos.
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