LUGARES PARA SOÑAR

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cerrar lo ojos y sentir

miércoles, 22 de mayo de 2013

ANOCHE

Sentí como tus manos acariciaban mi cuello, cómo tus dedos recorrían suavemente mi cabeza rala. Tus labios, besando mi nuca comenzaron a transportarme a ese lugar maravilloso en el que uno sólo espera más. Boca abajo te mostré mi cuerpo desnudo, a la espera de una continua caricia que no terminase jamás. Mi cuerpo reaccionaba sólo cuando tus manos y tus labios se deslizaron por mi espalda. La noche era tranquila, sin ruidos, con la temperatura adecuada como para sentirnos cómodos en nuestra desnudez. Apretaste mis nalgas, besaste mis glúteos y seguiste deslizándote hasta el final de mi cuerpo. Un cuerpo que, para entonces, se debatía entre el deseo y la relajación. Tu cuerpo sobre el mío, sintiéndote encima de mí, a mi espalda; es esa posición tan sensual donde el tradicional dominio cambia sin más. Me dejé llevar. Las palabras eran apenas audibles, tan sólo acertaba a percibir susurros en los que me hacías sentirme pleno, feliz, lleno. Fue entonces cuando me giraste. Y al girarme pude contemplar tu cuerpo, deleitar mis ojos con lo que me ofrecías sin tapujos. Al rato te dejaste caer sobre mí, para volver a tocarme, para retomar una maravillosa tortura en la que mil convictos querrían caer. Tu boca, tus manos, tu piel...todas me recorrieron; primero mi pecho, después mis piernas, dejando a un lado, y de forma voluntaria, lo que más tarde sería el inicio de la hoguera. Actuabas como si yo fuese el tapete en el que fueses moviendo tus fichas, lentamente. Boca abajo, con tu cabeza hacia mis pies y tus glúteos ofreciéndome un pasaje en el que recrearme, comenzaste a buscar entre mis piernas...y encontraste. A la vez, jadeante, no tuve más que adentrar mi boca, mis labios, mi lengua en aquel pasaje que había descubierto. Cada segundo que pasaba mi cuerpo y mi mente experimentaban nuevas sensaciones. Enardecido, además, por tus reacciones, por los gemidos que tu boca acertaba a soltar ocupada como estaba. Entonces decidiste que serías tu ante quien debía de postrarme, querías quizá descubrir cómo se siente uno cuando se siente de verdad. Me recreé con tus senos, descubriendo en ellos cada lugar donde provocar en ti, cada vez más, que te estirases buscándome, que ansiases encontrarme. Y continué camino. Y el sendero de tu ombligo me llevó al lugar donde uno puede perder desde la noción del tiempo hasta la misma cabeza. Y allí, postrado ante ti, comencé una exploración somera. Una suerte de recorrido fantástico en el que cada lugar que tocabas se transformaba en un gemido de placer. Nuestros cuerpos ya no podían soportar tanta lejanía; la temperatura era tal que era necesario hacer algo inmediatamente o alguien podría salir quemado. Y así, con un movimiento felino te sentaste a horcajadas sobre mí. Permitiendo que una parte de mi se adentrase en ti....Al rato, sonó el despertador

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