LUGARES PARA SOÑAR

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jueves, 4 de julio de 2013

PADRES 2.0

Casi todos coincidimos en que los tiempos han cambiado mucho en los últimos treinta años. La sociedad en la que nos criamos los que nacimos entre principios de los sesenta y finales de los setenta casi nada se parece a la actual. Sin embargo hay una parte de nuestro modo de actuar que parece haberse quedado anclada en tiempos pasados, por ejemplo el comportamiento de los padres para con sus hijos. Los padres de antes, los míos y los de los demás, se dedicaban a trabajar y a criar a sus hijos “como debería ser”, esto es: que creciesen, que se desarrollasen, que no pasasen muchas penurias y se hiciesen personas de bien en el futuro. Hoy, casi, ninguno de estos principios ha cambiado. La mayoría nos dedicamos a criar a nuestros hijos tratando de ejercer, como debemos, nuestra labor de padres. Hacemos cuanto creemos preciso para que ellos, nuestros hijos, sean también personas de bien en el futuro... Ahora, como antes, se comete en buena parte de los hogares el mismo error que se ha venido repitiendo en la historia. Educamos a nuestros hijos pensando en nuestro bien hacer como padres pero...¿hemos preguntado a nuestros vástagos por lo que ellos en realidad quieren? O bien presumimos desde nuestra atalaya de la experiencia de lo que ellos demandan. Con todos los adelantos que tenemos, y no me refiero sólo a los tecnológicos, pocos padres se preocupan realmente por las inquietudes psíquicas de sus hijos (sangrantes son los casos en que estas inquietudes son descubiertas y comentadas por docentes y rechazadas de pleno por los padres). Es posible que nuestra actitud como padres no se vea reflejada en la satisfacción por parte de ellos. Nuestra respuesta es casi siempre la misma: “ahora tenéis demasiadas cosas”, como si eso fuese una responsabilidad suya y no el resultado de nuestro espíritu consumidor. Observando a mi hija y a niños con los que tengo contacto en actividades extra escolares me he dado cuenta de que precisan más atención que cosas; que disfrutan mucho más cuando son interpelados sobre sus verdaderas necesidades que cuando se le “satisface” una creada por nosotros mismos. Luego nos quejamos de que no le dan aprecio a la cantidad de juguetes que tienen. ¿le hemos preguntado si verdaderamente los querían? “¡Es que los piden!” podrían decir muchos. Y yo digo: no podría ser que lo que quieren realmente no lo sabemos pero, en lugar de preguntarles, acudimos a lo fácil que es ir de compras. ¿cuántos padres no van con sus hijos a una gran superficie a comprar juguetes y no tienen idea de qué compran; ni de para qué sirven? ¿Qué hay de los juguetes educativos? Bueno, estos tienen la particularidad de que precisan de un adulto para adiestrarles en el arte del juego; lo que implica dedicación verdadera a ellos. Tener hijos es una responsabilidad que va más allá de darles alimentos con los que sostenerse, va más allá de ver sólo sonrisas y juegos. Tener hijos debe implicar necesariamente el estar atentos a sus verdaderas necesidades, preocuparse de la interacción padre – hijo que debería ser el tótem sobre el que edificar una educación responsable. Conversar con los niños implica escucharles, tratar de entender de qué hablan y por qué. Su “idioma” el idioma de los niños, suele ser un complejo galimatías en el que se mezcla lo real y lo figurado, en gran medida por la pobreza del idioma a estas edades. Saber qué hacen cuando no estamos presentes no precisa de una cámara oculta, ni de grandes investigaciones científicas. Normalmente es suficiente con escuchar. Si, además, conseguimos con este diálogo que nuestros hijos encuentren en él una forma de obtener la atención de sus padres sin necesidad de berrinches habremos ganado mucho. En el apartado tecnológico es donde más carencias mostramos los padres, no puede ser que compremos aparatos a nuestros hijos en los que únicamente sepamos ponerle pilas o enchufarlos. Ya no digo saber jugar con ellos, pero sí al menos en qué consisten los juegos, que finalidad tienen etc. Y si hablamos de ordenadores, teléfonos móviles, etc. no sirven prendas alegando: “es que ellos aprenden muy rápido y eso es un rollo”. Tendríamos que aplicarnos un poco más y tratar de lograr más lugares comunes en los que compartir con nuestros hijos. Nunca es tarde para aprender, y aquí la dicha siempre es buena. La evolución de la formación académica es otro de los puntos en los que debemos transformarnos en Padres 2.0. Cometer los mismos errores del pasado nos hace entrar en un bucle del que difícilmente vamos a salir. En las escuelas se forma, no se educa. O al menos no se educa en los valores fundamentales; todo lo más que pueden hacer los docentes es pulir esos valores. En las escuelas no se debe adoctrinar, no se debe inculcar una moral determinada (aunque ello sea inevitable en un país como el nuestro). En las escuelas deberían formar a nuestros hijos, nada más. Y en casa tenemos la obligación de educar, de integrar a nuestros hijos en la sociedad que les va a tocar vivir. Deberíamos tener la capacidad de darles la libertad suficiente como para que ellos se adentrasen en su futuro conscientes de ello. Para eso es imprescindible vivir no sólo nuestra vida, sino también parte de la de ellos. Nadie dice que ser padre sea fácil.

1 comentario:

  1. los hijos no vienen con un libro de instrucciones debajo del brazo, así que como humanos y padres podemos tener errores, que en muchos casos no son permitidos ni por nosotros mismos, sintiéndonos culpables en gran parte de los errores de nuestros hijos. La frase es culpa mía, que padre en algún momento no la ha pronunciado, es fácil hablar y difícil educar, de todas formas estoy en la línea de que nuestros padres quizás decidían en muchos casos por nosotros sin escucharnos, pero no estaría mal que lo hicieran así algunos padres de ahora. Mi lema siempre ha sido escucha y actúa como tu creas, los menores son menores tienen derecho a voz pero no votan.

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