LUGARES PARA SOÑAR

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viernes, 1 de noviembre de 2013

TAL VEZ SEA POSIBLE

Siempre me he considerado un optimista, una de esas personas que tiende a ver la botella medio llena. Supongo que cada uno de nosotros destila por los poros de su piel aquello que se le ha ido metiendo en el interior. El mundo que yo conocí siendo niño ha evolucionado de una forma muy diferente a cómo me lo habría imaginado cuando era adolescente. Mis padres no eras políticos ni tenían una formación demasiado amplia en temas sociales; como la mayoría circunscribían su vida a lo que les rodeaba porque lo de más allá “no les afectaba”. Lamentablemente las visiones del mundo tan reduccionistas no sirven hoy día. El mundo globalizado nos enseña que nada es posible sin que una amplia mayoría se ponga en marcha para cambiar las cosas. La crisis económica que hoy vivimos en buena parte del mundo Occidental es sólo una deriva más de un mundo cada vez más segregado. No hace muchos años un presidente del Gobierno de mí país hablaba de la “Alianza de Civilizaciones” (lo hizo en Naciones Unidas) cómo única salida posible de esta deriva que cada vez crea más distancia entre unas naciones y otras. Esa idea, abrazada por unos pocos, se torna al cabo del tiempo como una audaz idea que encierra en sí misma una realidad a todas luces palpable. No es posible que casi siete mil millones de personas vivan en el planeta si ochocientos millones tratan de pisotear a los demás. Basta un ejemplo: hace tres años algún iluminado perteneciente a un grupo de poder se le ocurrió que dada la escasez de combustible fósil habría que invertir en otro tipo. Se le ocurrió que utilizar el maíz era una buena idea (ya se utilizaba pero a menor escala). Esta idea de locos trajo varias consecuencias graves concatenadas, pero una de ellas fue terrible; por culpa de esa idea que duró meses los precios de los cereales en el mundo subieron exponencialmente, perjudicando sobre todo al (mal llamado) Tercer Mundo, que subsiste básicamente de los cereales. El ser humano se ha caracterizado hasta ahora por ser bastante pusilánime. Se ha dejado llevar por líderes que se han pasado los Derechos Humanos por el forro. En el mundo desarrollado, vivimos en un tontódromo permanente en el que nos hemos acostumbrado a la sopa boba, a tener más comodidades de las que precisamos, a lamentarnos ahora (con la crisis) de la carestía de la vida. Hay una generación entera de personas que no tienen la cultura del trabajo como forma de existencia. Las sociedades que viven lejos del estrés, aquellas que no conocen “las comodidades” del mundo moderno, tienen como único inconveniente el toparse con los que, desde esta sociedad que crea necesidades, se desplacen hasta sus lugares de origen a decirles cómo deberían vivir. En Papúa Nueva Guinea hay tribus que nunca se han topado con el hombre blanco, que jamás han visto ningún elemento de la vida moderna. Y han sobrevivido hasta ahora, y no han venido a nuestras sociedades a explicarnos que debemos de comer gusanos porque son fuente de proteínas. Ellos sólo se han limitado a vivir, sin más pretensiones. El modo de vida al que estamos acostumbrados aquí tiene pocos visos de poder sostenerse en los próximos cien años. Este aviso de colapso debería habernos puesto sobre la senda de la búsqueda de entendimientos entre las diferentes sociedades o civilizaciones. Demostrado está que somos capaces de producir alimentos anuales para alimentar a nueve mil millones de personas, ¿por qué dejamos entonces que casi dos mil millones pasen hambre? No basta con la caridad, es necesario algo más. Nuestro modo de vida se sostiene sobre pilares endebles, estamos dentro de un edificio que sólo tiene bonita la fachada principal y que tiene un patio trasero lleno de escombros de los continuos derrumbes que se producen en el interior. Parece hoy imposible que judíos y musulmanes; cristianos y ortodoxos; rusos y americanos; hutus y tutsis... caminen juntos de la mano. Sin embargo no hay más camino que el llegar a ententes en las que plasmar el futuro de las generaciones venideras. Lo contrario será que éstas tengan que partir de cero (lo cual tampoco sería una mala idea). Tal vez sea posible un cambio, una nueva forma de hacer las cosas mas para ello debemos dejar que broten los nuevos líderes que encabecen ese renacer social. Hace cincuenta años que el mundo está regido por los mismos y es obvio que se están equivocando porque cada vez hay más diferencias entre unos mundos y otros.

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