LUGARES PARA SOÑAR

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cerrar lo ojos y sentir

martes, 10 de diciembre de 2013

SILENCIOS QUE GRITAN; GRITOS QUE CALLAN

La sociedad en la que actualmente vivimos lleva una deriva peligrosa; la comunicación parece circunscribirse a una suerte de diálogo absurdo entre dos personas que, sentadas frente a frente, hablan a través de un teléfono. Apenas nos miramos a los ojos porque somos incapaces de apartarlos de una pantalla que nos ha atrapado con sus píxeles. Uno puede ser consciente de que esta realidad se impone cuando acude a centros escolares. Sobre todo cuando tiene la oportunidad de ir a un centro donde los alumnos pertenecen a clases menos pudientes y al rato cambia de barrio para ir a un centro de clase media alta. En ese instante, con una simple visita al patio en hora de recreo puede apreciar una cierta regresión en cuanto a comunicación social. En los centros donde el poder adquisitivo está en los límites de lo razonable los gritos se imponen. La algarabía propia de los colegios de antaño permanece perenne entre juegos clásicos y conversaciones propias de la edad, sazonadas de términos adquiridos en series de televisión que pueden llegar a confundir al inconsciente visitante que viva ajeno a ellas. Si uno se va de inmediato a un centro educativo donde en cada esquina del patio ve a un joven pertrechado de su teléfono inteligente o consola, se dará cuenta de que son los silencios los que gritan; uno puede ver las miradas absortas de los niños con sus juegos y las miradas perdidas de quien carecen de ese medio y se sienten “desnudos”, tecnológicamente hablando, en medio de todos. Una reflexión me la puedo hacer a mí mismo. Hace veinte años uno llamaba a sus amigos al teléfono de casa o, en la mayoría de los casos, quedaba de un día para otro en un determinado lugar. A la cita uno acudía para verse y para contar lo que había hecho, lo que había pensado o lo que tenía que hacer. En casa utilizábamos el ordenador para buscar cosas complejas que no era fácil encontrar en libros de texto. No diré que cualquier tiempo pasado fue mejor, porque seguramente el progreso nos ha hecho avanzar más en estos veinte años que en los anteriores cien; sin embargo desde un punto de vista social creo que hemos tomado un camino...que ya veremos qué consecuencias tiene en un futuro. Hoy, los jóvenes, cuando quedan lo hacen para no mirarse, para no hablarse sino a través de una red social aunque se encuentren a diez centímetros. Los adultos que usamos esta tecnología nos hemos convertido en peones de una partida cibernética. Somos parte de esa colección de robots que caminan por la calle intentando no pegarnos contra una farola mientras miramos las fotografías que acabamos de colocar en Facebook. Nos sentamos en una terraza con los amigos para enseñarles el teléfono, la tablet, el portátil.... Creo que esta sociedad corre el riesgo de verse un día atrapada en un diálogo difícil. La parquedad con las que nos expresamos para con los demás va mermando cada día más nuestra capacidad de comunicación. Sesgada ahora hasta un límite inimaginable con la utilización de un nuevo vocabulario que se emplea en teléfonos fundamentalmente. Imaginemos por un instante que se produce una tormenta solar, como la que se produjo a principios del siglo XX. Pensemos que con la llegada de ese campo magnético a la Tierra nos quedemos de pronto sin Internet, sin electricidad, sin coches, sin radio, sin televisión...¿seríamos capaces de hablarnos entre nosotros? ¿Cómo se comportarían en sociedad aquellos que han permanecido detrás del parapeto tecnológico? Es posible que una regresión de este calado no se produzca nunca; sería una catástrofe de proporciones bíblicas en el mundo occidental. La mayoría de la humanidad, sin embargo; aquella que carece de tantos medios, se adaptaría mucho mejor. Sus hijos apenas tendrían que cambiar los hábitos. Se trataría de seguir jugando en la calle, a voz en grito, como lo estaban haciendo...

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