LUGARES PARA SOÑAR

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cerrar lo ojos y sentir

domingo, 10 de febrero de 2013

NUEVAS VÍAS

Ya no sé donde mirar sin sentir cierta repugnancia, cada página de periódico que ojeo no hace sino reafirmar la sensación de que todo cuanto nos rodea, políticamente hablando, desprende ese profundo hedor de la codicia. Una codicia que termina generando desazón entre los ciudadanos. Este modelo de política clientelar está tan imbricada en la sociedad que va a costar muchas generaciones el modificar estas conductas. ¿Por qué? Pues porque no existe voluntad para ello. Porque la separación de poderes nunca ha sido efectiva desde el punto de vista real y práctico; así, quienes deben de investigar están sometidos al poder de los que deben de ser investigados. Los zorros son los que velan por la seguridad del gallinero. Así, la única solución a este enquistado problema de la corrupción pasa por nuevas vías. Modelos alternativos que suplanten para siempre la falacia democrática en la que estamos viviendo. Nos han hecho partícipes de un modelo en el cual sólo podemos elegir entre una forma de corrupción y otra. Creo que la política es el verdadero motor de la sociedad, es la columna seca sobre la que construir una sociedad permeable a las diferentes sensibilidades pero del todo alejada de las cuitas de unos y otros. Las leyes deberían de ser coercitivas para los participantes en política. Será preciso habilitar modos por los cuales un político o cargo público tengan que asumir responsabilidades penales, civiles y económicas. Aunque ello nos lleve a una posible realidad de vacantes una vez la política deje te tener tufo actual. Nunca he podido comprender como un alcalde o presidente autonómico cobre más que el presidente de su nación; es aberrante, toda vez que la responsabilidad no es comparable. Hay cargos públicos que por definición deberían ser sometidos al imperio de la ley de forma efectiva e inmediata. No se puede tolerar que para investigar a un aforado sea preciso esperar a que la cámara oportuna permita a fiscales y jueces encausar a un cargo público. Normalmente ese tiempo indefinido en el que se ríen de todo y de todos, les sirve a unos para eliminar pruebas incriminatorias y a otros aferrarse a la figura del arrepentido, tan de moda en estos casos. Acostumbrados como estamos a las incapacidades de algunos para desempeñar los cargos para los que fueron nombrados, no nos debería extrañar que la clase dirigente de España sea tan mala. Hace tiempo que sabemos que para ser elegido ministro o diputado por un partido lo importante no es la preparación, sino el seguidismo. Las personas que piensan y actúan de forma individual no están bien vistos; no salen en la foto, como diría Guerra. España debe dar un paso al frente, la sociedad debería de estar más unida y lanzar a la primera línea a las personas, que las hay, tan válidas que viven agazapadas tras las sillas de los voraces expoliadores que hoy rigen nuestros destinos. En los próximos meses asistiremos a un goteo constante de suciedad partidista y partidaria. Nos veremos envueltos en una vorágine de dimes y diretes que, cuando les convenga, harán desaparecer. Lo que más incomoda a un político no es que el de enfrente lo haga mal, sino la posibilidad de perder su asiento.

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