LUGARES PARA SOÑAR

LUGARES PARA SOÑAR
cerrar lo ojos y sentir

domingo, 23 de agosto de 2015

Una lacra con profundas raíces

Desde el año 2003 casi 800 mujeres han sido asesinadas por sus parejas o ex parejas en lo que se ha dado en llamar “violencia machista”. Es un dato terrible para una época, la actual en la que la búsqueda de la igualdad se topa día sí y día también con estas patéticas demostraciones de inferioridad sexista. Uno puede detenerse a analizar los datos de toda Europa y caer fácilmente en la cuenta de que hay países próximos (Gran Bretaña, Francia, Alemania..) dónde hay más casos de violencia que aquí. También los hay que teniendo menos numéricamente hablando tienen un ratio por millón de habitantes mucho peor que el nuestro, lo que sitúa a Europa un poco más cerca en cuanto a vejaciones, de otros países de latitudes alejadas y que siempre hemos denostado. Profundizando en nuestra sociedad uno puede pensar que los déficits educativos son tan grandes que nos llevan a esta situación; sin embargo es algo mucho más profundo, que arranca desde los tiempos en los que el ser humano comienza a ser recolector, incluso antes. Una vista atrás a los últimos cien años de nuestro país nos llevan a momentos tristes para la mujer, como aquellos en las que Pilar Primo de Rivera y su Sección Femenina (abolida en 1977) situaron a la mujer en un lugar terrible: en la sumisión, la obediencia y la falsa decencia. Excepto la época singular de la Segunda República, antes y después las mujeres de este país se vieron influenciadas por lindezas tales como: "Si tu marido te pide prácticas sexuales inusuales, sé obediente y no te quejes". "Si él siente la necesidad de dormir, no le presiones o estimules la intimidad". "Si sugiere la unión, accede humildemente, teniendo siempre en cuenta que su satisfacción es más importante que la de una mujer. Cuando alcance el momento culminante, un pequeño gemido por tu parte es suficiente para indicar cualquier goce que haya podido experimentar"…sin palabras… Pensemos pues que varias generaciones de mujeres crecieron en nuestro país en una inmersión en “la decencia cristiana” que, amparada por la Iglesia, conminaba a la mujer a ser un trapo. Las generaciones posteriores han tenido la oportunidad de cambiar las cosas pero, ¿es acaso tan sencillo?; yo creo que todavía hay un recorrido por hacer. No fue hasta la década de los 80 que una mujer podía abrir una cuenta a su nombre en el banco sin el permiso de un varón. Hoy día los derechos inalienables sobre su propio cuerpo están mediatizados por jueces que juegan a ser “falsos dioses”. ¿Cómo acabar entonces con esta lacra? Desde luego que partiendo de la educación; pero no del adoctrinamiento, sino desde el pensamiento crítico. La sociedad debe de hacer ver a los seres humanos como lo que son y no como dependientes unos de otros. Es cierto que hay roles que están asignados a los diferentes sexos, eso va en la idiosincrasia de cada uno; pero el límite debemos de situarlo en el respeto al espacio privado del otro. El anarquismo siempre pecó de jugar a un deseo de una falacia de la libertad; uno debe de sentirse libre sobre todo en la capacidad de pensar y decidir. Uno no es más libre por hacer cosas que antes no podía hacer; eres más libre cuando tienes la capacidad de decidir si lo haces o no. Penar la violencia de género está bien, es necesario y muchas veces las leyes se quedan cortas. Ahora bien, es posible que las medidas encaminadas a aplicar las leyes no sean suficientes. Y es ahí donde debemos de aplicar soluciones, incluso aunque estas sean radicales. Cuando alguien cree que otra persona es de su propiedad, no existe nada que pueda convencerle de lo contrario; quizás el destierro sería una solución…no lo sé. Tenemos por delante la obligación de enseñar a las siguientes generaciones que se puede vivir sin someter al otro, pero es trabajo de todos. También de aquellos vecinos que se parapetan tras sus puertas y no denuncian los evidentes malos tratos que escuchan al otro lado. En mi opinión se convierten en cómplices de aquello que pueda suceder. Educación, educación y educación… no hay más camino.

1 comentario:

  1. Es muy difícil cambiar la mentalidad de la gente. Pero, siendo mujer, creo que parte del trabajo de cambiar una mentalidad, la propia, es nuestra. Mientras eduquemos de manera distinta a los hijos que a las hijas, mientras pensemos que un hombre que se ha acostado con muchas mujeres es un don Juan pero si es la mujer quien lo hace es una puta...mal vamos. Dejemos de pensar en hombres y mujeres por separado; aunque es cierto que hay muchas diferencias entre ambos sexos, nos une algo muy importante: somos personas. Aprendamos a respetarnos como tales. Y ojo, también hay violencia al revés, de hombres que son maltratados, quizá fisicamente pocos, por obviedades de fuerza y tamaño, pero psicológicamente, muchísimos

    ResponderEliminar

La opinión siempre es libre