LUGARES PARA SOÑAR

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cerrar lo ojos y sentir

viernes, 25 de octubre de 2013

HACIENDO NUDOS

Hace ya unos años alguien me dijo que uno debe de ir pasando por la vida apreciando las cosas que merecen la pena y descartando el relleno que la invade. Así un día me descubrí a mí mismo haciendo nudos. Hago nudos desde entonces para marcar los episodios de mi vida que merecen ser recordados. La memoria suele jugar malas pasadas con los recuerdos, por lo que conviene hacer nudos que nos recuerden al paso de la mano que allí ocurrió algo importante. Los nudos sujetan nuestras vidas, los frágiles hilos de los que pendemos, se hacen fuertes cuando los nudos que los sujetan tienen la consistencia necesaria. Desatarlos de manera inesperada suele llevarnos a situaciones incómodas o duras. Así, cuando nos topamos con personas que merece la pena tener cerca podemos actuar de muchos modos para retenerlas con nosotros. Una de las mejores que conozco es ir atándolas a nosotros. ¿cómo? Con esos nudos invisibles que se fijan entre el alma y el corazón. Los lazos más difíciles de romper son aquellos que implícitamente enseñan el camino de la libertad. Pretender que alguien esté con nosotros sintiéndose atado es sólo una garantía de huida. Pocos nudos habrá más resistentes que los que sujetan la relación entre una madre y sus hijos y, sin embargo, apenas hace falta que los apriete mucho. Uno se va alejando de su madre en la misma medida en que se siente libre para volver al primer temor. Haciendo nudos llevo ya un tiempo, tratando ahora de ir dejando pequeñas marcas en la cuerda de la vida. Muescas que me recuerden los buenos y malos momentos. Las alegrías me han enseñado mucho menos que las tristezas. He tratado de superar las penas para poder disfrutar de los buenos momentos, sin más. Haciendo nudos....

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