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sábado, 11 de agosto de 2012

Las palabras que no se han dicho

El ser humano es, básicamente humano, porque tiene la capacidad para comunicarse mediante el lenguaje hablado. Somos, por tanto, el conjunto de palabras que somos capaces de pronunciar a lo largo de nuestras vidas. Sí, somos mucho más, pero...con las palabras podemos explicar nuestras emociones, nuestros pensamientos, nuestra forma de ser. Pasamos gran parte de nuestra existencia pronunciando palabras vacías que sirven para rellenar ese espacio necesario entre las que quieren decir mucho. No cabría una existencia en la que toda nuestra comunicación careciese del sinsentido de un chiste, por poner un ejemplo. Dice el dicho que uno siempre es esclavo de sus palabras, porque quedan dichas, escritas, plasmadas de un modo u otro y terminan por identificarnos. No son estas palabras las que yo temo. Uno puede equivocarse cuando habla, puede errar en el momento o la oportunidad, pero al menos ha comunicado un estado de ánimo. Y siempre habrá tiempo para rectificar. Las palabras que no se han dicho son aquellas que sí nos marcan, se trata de procesos mentales que no hemos sido capaces de decir y que ya no tendremos la oportunidad de pronunciar o, si lo hacemos, serán a destiempo o fuera de lugar. Se me ocurre el no decirle algo agradable a alguien que vamos a perder y no somos capaces; se me ocurre un “te quiero” momentos antes de una despedida... los instantes en que nos arrepentimos de no haber dicho esto o lo otro, suelen ser duros; con uno mismo. Las primeras enseñanzas de nuestros padres deberían ir encaminadas a mostrarnos que uno debe de resolver sus dudas, hacer preguntas, no quedarse con dudas y, también, a ser capaces de decir lo que pensamos, lo que queremos decir, con independencia de las consecuencias que ello pueda tener. Creo que siempre será mejor pecar por exceso que por defecto. Obviamente hay situaciones en las que es mucho mejor callarse, en las que la precaución o el sentido común nos dice que no lo hagamos. Sin embargo todos tenemos guardado en el debe de nuestra existencia alguna palabra que no dijimos cuando en realidad la estábamos pensando. Las palabras que no se han dicho se pueden convertir en un lastre, en una pesada mochila. Pienso que deberíamos decirlas aunque fuese a toro pasado. No pasa nada por situarse, por ejemplo, ante el lugar donde descansa eternamente alguien a quien tengamos algo que decir y soltarlo. No pasa nada si nos ven y nos llaman locos...que más da si uno se queda como Dios.

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