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sábado, 21 de enero de 2012

UN DISIDENTE DE OCCIDENTE

La sociedad en la que me ha tocado vivir adolece, en realidad, de los valores que predica. Uno que creció con la utopía de la mítica de la Revolución Francesa y su: libertad, igualdad y fraternidad; se ve ahora en medio de una vorágine de situaciones que someten la voluntad popular con mentiras y falsas realidades enmascaradas con raciones de surrealismo o, lo que es peor, de una pátina demasiado fina, de moralina.
Me siento un disidente en occidente, una persona que vive en una sociedad que prima el destacar a consta de lo que sea y de quien sea; que valora el qué tienes en lugar del que eres.
La disidencia es uno de los pocos asideros a los que agarrarte cuando, detenido en una acera del día a día, ves que buena parte de lo que sucede a tu alrededor no es más que una pantomima de la vida en sí misma.
Las personas no viven su vida de acuerdo con lo que piensan, sino que viven haciendo suyos los pensamientos impuestos por la sociedad misma. Las corrientes de opinión son capaces de trasladar nuestros pensamientos de: “las armas de destrucción masiva” a un affaire de un príncipe cualquiera en cuestión de pocos días.
Hay valores, hoy aparcados, que deberían ser piedra angular de cualquier sociedad que se precie. La honestidad, algo que obviamente está en decadencia, sería uno de esos valores ineludibles a los que deberíamos acudir en caso de duda.
Se premia al delincuente con un nuevo cargo público, se persigue al trabajador honrado, no ya con la fuerza de la Ley, que sería ya una falacia todavía mayor de la democracia, sino que se le persigue como “buen pagador” de los desmanes de quienes dirigen la sociedad.
Quiero disentir de todo cuanto rodea esta manida crisis económica que ha sido causada por unos pocos para que otros muchos la paguemos; quiero disentir de una moralina religiosa que trata de agarrarse al desapego de una sociedad que abandona los valores religiosos para... para nada joder, para agarrarse a qué?. Nunca he sido defensor de la religión como moderador de los usos y costumbres; ahí está toda la literatura de grandes pensadores y filósofos de todas las épocas; la filosofía debería ser ese lugar al que acudir en caso de duda existencial. Pocos lugares son tan agradecidos para un espíritu confuso como las explicaciones más o menos prosaicas de tantos filósofos como ha habido.
La disidencia tendría que estar más en boga en occidente, lugar este de clases acomodadas, que, lamentablemente, van dejando de lado la lucha por la libertad del individuo; una sociedad que se ha instalado en el dejar hacer, en la comodidad de quién consigue suficiente como para vivir de rentas.
Este es un modo de pensar que termina abocando, con el paso de los años, a otra forma de anarquía, aquella en la que los que manejan los hilos terminen por no respetarse entre ellos y utilizarnos como muñecos de pim pam pum.
Si, quiero ser disidente...

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