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domingo, 29 de enero de 2012

UN PAIS IGNORANTE DE SI MISMO

Las naciones más importantes del mundo son conocedoras de su particular historia. Es difícil imaginar a ciudadanos americanos que desconozcan qué sucedió en Gettysburg, durante su Guerra de Secesión (Guerra Civil Americana). Cualquier ciudadano británico sabe que a principios del siglo XX se produjo el recrudecimiento del Conflicto de Irlanda del Norte, de dónde surgirían años de cruentas matanzas en la época del IRA. En Francia, país espejo en muchos casos, no tienen reparos en admitir que una parte de su nación colaboró con los Nazis mientras la otra luchaba de forma denodada contra el Fascismo. De Alemania poco o nada hay que añadir, vilipendiados tras las dos Grandes Guerras, humillados tras la derrota, acongojados por lo que sucedió en sus campos de concentración.... Todos estas grandes naciones hicieron más pronto que tarde un ejercicio de mirada interna, de conocimiento de sus propias miserias, conocedores de que cuando un pueblo desconoce su propia historia corre el riesgo de cometer los mismos errores.
¿Y España? ¿Qué sucede en un país donde nunca se ha hecho un verdadero ejercicio retrospectivo sobre tanta sombra como tenemos? Aquí se decidió, decidieron unos cuantos, que había que mirar para otro lado y silenciar (todavía más) lo ya silenciado por el Régimen de Franco, cuando no manipulado.
¿Por qué se produjo esa mirada para el otro lado? Quizá porque unos se sentaron a negociar, tras la muerte del dictador y la subida al poder de Juan Carlos I, con una mano provista de un guante de seda y en la otra sujetaban todavía el fusil amenazador; en el otro lado, el de los demócratas, se sentaron con la intención de firmar a cualquier precio, seguramente con la intención de revisar con el paso del tiempo lo mucho ocurrido entre el Golpe de Estado de Franco y su muerte.
Pero el tiempo ha pasado, más de treinta años en los que no se ha hecho nada por acercar a la ciudadanía un verdadero conocimiento de lo que sucedió en nuestro país. Una nación demócrata no puede permitirse el lujo de obviar los muchos desmanes que ocurrieron durante la Guerra Civil, y mucho más las barbaridades que siguieron a la sumisión y derrota de los Republicanos.
Una sociedad que se dice fuerte, debe ser permeable a las necesidades que muchos ciudadanos tienen de acercarse a una realidad tangible que está ahí, y que muchos quieren que permanezca en el baúl de los olvidos.
A estas alturas de la película no pasa nada por reconocer que unos y otros cometieron muchos desmanes. Una mitad de la población tubo más de cuarenta años para redimirse, incluso para reescribir falazmente parte de la historia. La otra mitad se quedó sin poder explicarse, sin aclarar el cómo, ni el dónde, ni el cuándo.
La connivencia de la Iglesia (institución muy importante aún hoy en nuestra España del siglo XXI) con un régimen que quiso borrar del mapa y de la historia cualquier rastro de republicanismo, hace que sea aún más difícil dar pasos en el aperturismo, toda vez que supondría para esta Sacra institución un reconocimiento de sus muchas faltas. Algo a lo que difícilmente estarán dispuestos, al menos en buena liz.
A los partidos políticos que nos representan, o eso creemos, habría que solicitarles sí o sí, su predisposición a que los ciudadanos de este país puedan acercarse a su historia sin menoscabo de nadie; lo triste es que la oposición a este tipo de políticas se produce por miedo a que se produzcan intentos de represalias, cuando lo que la gente que sufrió, lo único que quiere es saber. Quizás los herederos de los represores teman que otros se comporten como ellos. Y no, no será así, siempre ha habido diferencias.

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