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sábado, 23 de junio de 2012

EL CALLEJON DEL OLVIDO

A lo largo de nuestra vida todos pasamos por delante de él. Acumulamos experiencias de vida visitando otras calles, entrando y saliendo de portales de donde manan las vivencias que día a día nos hacen ser tal y cómo somos. El callejón del olvido siempre está ahí, a la vuelta de la esquina. No todos lo visitarán un día. Es este un lugar de infausto recuerdo, un lugar donde ninguno deseamos ir. Los primeros pasos con los que uno de adentra en el callejón del olvido apenas son perceptibles. Se trata de pequeñas apneas mentales en las que un eslabón se pierde sin que por ello echemos a perder toda la cadena. Con el paso del tiempo los eslabones se van acumulando en las aceras del callejón, hasta que la cadena es, apenas, un montón deslavazado de ideas inconexas. Aquellos que terminan sus días en el olvido quizá no sean conscientes, afortunados ellos si es así, de la desazón de quien ve perderse el recuerdo de lo que fue. Nada más triste en la vida del hombre que terminar los días en una nebulosa infame alejado de la realidad por la que ha luchado toda su vida. El ser humano es una máquina compleja, llena de conexiones neuronales que todavía no alcanza la ciencia a conocer del todo. Los vericuetos y rincones del trazado mental están repletos de plazas y monumentos que los científicos admiran embobados y que los demás mortales apenas percibimos. Sin embargo sí nos damos cuenta de la existencia de los rincones de la nada, de esos callejones en los que las caras se difuminan en la claridad de la luz. Y tú...¿quién eres?; esta es una pregunta característica que te hará ese ser querido que te conoce de siempre y que, un buen día, se ha adentrado en el callejón del olvido. La búsqueda de los por qués es el Santo Grial de los neurólogos; avezados conocedores de los planos cerebrales. Quizá un día sean capaces de cambiar el letrero del callejón y cuando nos adentremos en él una barrera nos impida avanzar. Mientras este tiempo llega intentaremos asimilar de la mejor manera que podamos (cada uno la suya) que quizá, un día, nosotros también nos adentremos...

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