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martes, 19 de junio de 2012

LA EDUCACIÓN COMO PRINCIPIO DEL TODO

El mundo avanza a una velocidad endiablada; cada día que pasa las prisas superan a la inmediatez del día anterior. La vorágine del día a día, de las noticias que nos sobresaltan cada mañana en la prensa, hace que vivamos de forma ficticia. Un vistazo rápido a nuestro alrededor, una leve atención a cualquier conversación nos acercará a una carencia cada vez más latente en este mundo tan globalizado: la Educación, entendiéndola como el conglomerado de aprendizajes y saberes que deberían formar a las personas, está cada vez más depauperada. La Educación debería ser el punto de partida de cualquier sociedad avanzada. No podemos esperar nada del futuro si quienes caminan hacia el no son dueños de las ideas que les impulsan. Vivir la vida de los demás, seguir la corriente sin aportar nada termina por acercarnos a una situación parecida a un rebaño de ovejas. Si tenemos la desgracia de que la primera salta al vacío, detrás irán todas las demás. El ser humano se distingue de otras especies por su capacidad de pensar, de aprender y sobre todo de abstraer. De ser capaces de razonar una situación atendiendo a muchas variables. Aunque no siempre es así cuando se habla de respuestas emocionales. Debemos prestar más atención a la Educación,tanto a un nivel familiar como en el entorno laboral. Las carencias en formación son muy elevadas en el mercado laboral español, donde buena parte de los que están formados se quedan fuera del desempeño de los trabajos para los que sí están preparados, porque aquí se ha premiado durante muchos años al que no tiene entre sus habilidades más destacadas el pensar. Muchos son los patronos que creen que tener a gente formada es un riesgo; un riesgo porque puede poner en solfa una decisión empresarial cuando ésta es controvertida. Y, en lugar de aprovecharse de los recursos humanos que puede disponer a su alrededor, se tiende a buscar empleados con menor nivel de formación y, por tanto, más proclives al trabajo sin más. En un nivel meramente social se debería apostar de forma decidida por una formación de calidad, por una Educación de primer nivel, que tuviese en el mercado laboral su horizonte. La investigación y el desarrollo son los evidentes motores de las sociedades más industrializadas. Y aquí se pretende llegar a eso sin tener en cuenta que antes, mucho antes, hay que mejorar todos los tramos anteriores. La Educación como bien irrenunciable del ser humano tiene que ser el punto de partida del todo. Desde la más tierna infancia deberíamos buscar que las generaciones del futuro fuesen capaces de llevar a esta sociedad a un nivel que hoy, desgraciadamente, todavía nos queda lejos. Se ha andado camino, pero siempre con un paso adelante y otro atrás, con demasiados cambios educativos, con pocas ayudas reales a la educación de calidad. La política siempre ha sido una hábil manipuladora social, capaz de generar incertidumbre en todos los espectros sociales. También en la educación donde es habitual arma arrojadiza entre ministrables carentes de la mínima formación para el puesto que deben desempeñar y entre grupos de presión interesados en aumentar el número de adeptos a sus corrientes ideológicas aunque se a costa de menoscabar la Educación. No es cuestión de defender la educación pública o la privada, sino de que un Estado capaz, debería poder acercar la formación a todos los espectros sociales, con la misma calidad. La diferenciación debería hallarse en las capacidades del formado, nada más. La utopía de la Educación como principio del todo comenzará a ser más cercana cuando la sociedad comprenda que para avanzar se necesita primero conocer, descubrir, aprender...

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