LUGARES PARA SOÑAR

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cerrar lo ojos y sentir

lunes, 17 de octubre de 2011

CUANDO NO SE PUEDE….O NO SE DEBE…

En los últimos tiempos me he fijado en que, cada vez, hay más personas entradas en años (y entradas en más cosas) haciendo deporte. Esto, que es una magnífica noticia, tiene sus matices.
No está mal volveré, después de un tiempo de no hacerlo o sin haberlo hecho nunca, a la práctica del deporte, es de sobra conocido que aporta a nuestro organismo innumerables beneficios.
Lo que sucede es que, con cierta frecuencia, aquellos que, en su día practicamos un deporte en particular, al cabo de unos años pretendemos regresar con la intención de reverdecer viejos tiempos ya ajados en muchos casos. Quienes no dejaron del todo de practicar deporte, no se podrán sentir reflejados aquí.
Somos, yo me incluyo, los que dejamos en su momento aquel deporte que practicamos intensamente, y volvemos al cabo de un tiempo los que ponemos el color y el picante a todo esto.
Pasamos de estar en la grada viendo el espectáculo desde la barrera a decirnos: “yo todavía podría estar ahí”; al día siguiente, animado, ya estás buscando un equipo de veteranos que permita saciar tus ansias de reválida.
El primer día, comienzas a darte cuenta de que las cosas…ya no son como antes, quizá guarden relación, pero no son iguales.
Miras a tus compañeros y te dices “todas las camisetas han encogido”, al cabo de un rato otro colega pasa a tu espalda y te suelta “joder, macho, cómo se notan los chorizos de tu madre, estás redondo”. Y sonríes, qué vas a hacer si te han humillado tan vilmente.
Comienzas a vestirte, tus zapatillas (último modelo comprado el día anterior), te quedan justas, deberías haberlas probado de pie, pero te dolían las piernas y lo hiciste sentado. Te estás poniendo unas rodilleras blancas que no casan ni con esta época ni casi con el deporte. Un deporte que parece haber avanzado sin ti.
Los pantalones cortos que has llevado son del tipo “apretados” y ahora se llevan holgados, así que caminas por la pista como si fueses en bañador corto.
Comienzas a estirar, al fondo de la pista jóvenes de nueva hornada hacen lo propio; tú tratas de alcanzar aquellas cotas que tenías; abrirte de piernas bajando la cabeza entre ellas y un tirón en la espalda, es todo uno. Miras al frente y sonríen, ellos alcanzan con las dos manos… quince minutos de estiramientos ¡quince! Y ya necesitas ir a beber…
Y comienzas a entrenar; veteranos contra noveles; con suerte tienes recursos que ellos todavía no han alcanzado y que te permiten salir airoso de alguna situación, pero… “¡como corren!”. Pasan a tu lado animándote y con cara de perdonarte la vida, mientras tú tratas de hinchar pecho mientras contienes la respiración por el esfuerzo hecho. Resulta imposible para ti hablar y respirar sin que se note que estás para el arrastre. En cuanto puedas sueltas: “a tus años yo…” ¿a tus años? Qué triste…
De pronto, en un ataque de ímpetu, te abalanzas sobre la portería/canasta/red y… te caes aparatosamente; algo que antes suponía una pronta incorporación supone ahora al menos una parada de diez minutos. Te tocas como si te faltase algo, uno de los jóvenes se acerca, lo que supone un acicate para levantarte como una flecha, todavía sudoroso por la vergüenza y el esfuerzo.
Y así, entre trasnochados intentos por volver a ser el que eras, transcurre el tiempo, y te vas a la ducha. Miras a los otros veteranos, ojos hinchados, lenguas fuera, mandíbulas desencajadas, miradas perdidas…buen humor… frases del tipo: “no estamos tan mal” “los de ahora sólo corren” ¿sólo? ¿Nada más?, ¡¡coño, si nosotros casi ni caminamos!!
Tras la humillación recibida llegan las cañas del final, y ahí sí que nos crecemos delante de los jóvenes, y no por lo que bebamos pues ellos se beben el agua de los tiestos; sino porte todos tenemos trabajo, sueldo…pasta.
Al llegar a tu casa, tras unas risas con los amigos y las cañas, tu mujer o pareja te pregunta: “qué tal ha ido”, ya lo hace con una leve sonrisa en la cara; “bien, muy bien” mientes y entras en la habitación para “estirar un poco”
Al día siguiente te despiertas con la misma ropa, te dormiste encima de la cama y ella ha decidido que duermas sin más…
Lo mío es el balonmano, un deporte que implica a casi todos los grupos musculares del cuerpo y que supone un serio esfuerzo a ciertas edades. Así no es infrecuente ver tristes intentos de “tiros en suspensión”… ¿suspensión?, diez centímetros como mucho de salto. Aquí, cuando no tienes fuelle se nota mucho, pues te pasan como aviones y tiendes a caerte en situaciones que veinte años antes habrías solucionado con facilidad.
Sí que hay algo que no cambia: el espíritu competitivo, esa “enfermedad” que hace que te duela perder ante rivales que, tal vez, de joven ganabas con facilidad y que ahora, al albur de los años te superan por recursos…por recursos físicos.
A veces lo que no puede ser no es, pero…quién dijo miedo

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