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domingo, 23 de octubre de 2011

DEJEMOS DE SER CAINITAS

Hace más de cuarenta años que estábamos esperando una noticia como la de estos días, el fin de los asesinatos por parte de ETA; más de cuarenta años de lucha absurda contra el enemigo invisible e inventado. Han sido décadas de sufrimiento mayúsculo para víctimas y familiares de verdugos (otras víctimas también).
Siempre he sido respetuoso con los que perdieron a un ser querido por la sinrazón del asesinato, por la vileza de quienes escondiéndose detrás de un pasamontañas eran capaces de cercenar la vida y vidas de personas que tenían el único pecado de estar y ser.
Nadie parece haber reparado en los familiares de quienes matan, de quienes llevan a sus familias al borde de un abismo que los sitúa en la tesitura de radicalizarse o esconder la cabeza.
Habrá muchos que apoyen las acciones de sus hijos, hermanos, padres o lo que fuesen, en aras de una independencia que nadie solicitaba más que ellos; mas me consta que son más los que han tenido que tragar con lo hecho por los suyos y decidir entre arrimarse a la fortaleza del radical o dejar de lado al suyo y sumirse en la miseria del señalado.
Unos y otros, víctimas a fin de cuentas, deberían aprovechar el tirón para lograr un consenso necesario al margen de políticos que sólo pretenden arrimar el ascua a su sardina.
No puede, la sociedad, dejarse llevar por delirios políticos, palabras más altas que otras, de unos pocos que se consideran representantes del pueblo en momentos como los actuales; cuando en su común hacer son representantes de si mismos.
Es el momento en el que deben de dar un paso al frente los que figuran en asociaciones de víctimas del terrorismo; ahora es cuando tienen que hacerse ver, libres del yugo de sus representantes normalmente maleados por los partidos políticos.
Una sociedad, como la nuestra, no puede permitirse el lujo de dejar que los hábitos cainitas vuelvan a dar al traste con una oportunidad como esta.
Este es un país acostumbrado a señalar con el dedo para poder fustigar al de al lado. Quedan lejos las actitudes de otras épocas después de la Guerra Civil y la terrible pos-guerra. Mas la historia es caprichosa y acostumbramos por estos lares a vengarnos a la que tenemos posibilidades. No lo hagamos ahora.
Aquellos que nacimos en el albur de la democracia no podemos comprender la existencia de ETA todos estos años; tan sólo la mirada histórica hacia atrás puede hacernos entender que un día tuvieron el apoyo de muchos y el aplauso de otros. Pero tras la muerte del dictador y la escisión dentro de la banda lo que hicieron en las décadas siguientes no tenía, ya no razón de ser en relación al movimiento original, sino que eran un ataque frontal al ideario en el que ellos mismos se apoyaron cuando nacieron.
Hoy, debemos pensar en que la justicia debe de hacer su labor; tenemos que ser capaces de permitir que uno de los pilares básicos del Estado de Derecho desarrolle sus funciones sin las interferencias interesadas de unos cuantos.
Personalmente me da igual hablar de vencedores o vencidos, pues es una falacia mayúscula. Todos hemos perdido. Y ahora, es el momento de ganar.

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