LUGARES PARA SOÑAR

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miércoles, 7 de diciembre de 2011

¿ESCUCHAMOS LOS GRITOS DEL OTRO LADO DEL MURO?

Muchas veces me he preguntado por la sordera de esta sociedad en la que vivo; una sociedad que vive de espaldas a otras realidades existentes, que no repara en los sonidos que llegan desde el otro lado de ese muro que hemos levantado durante tanto tiempo y con el que hemos trazado una línea divisoria entre este mundo y los demás “mundos”.

En los últimos tiempos no conocemos más desgracias que las que nos dictan los mercados; nuestros días transcurren entre “la subida de tipos” y la “bajada” de nuestra economía; mientras, muy cerca, otros gritan simplemente por la libertad.

Las antenas parabólicas llevan más allá de nuestros muros una forma de vida que parece envidiable a ojos de aquellos que penan en países donde la libertad de expresión es una mera utopía. Ávidos de encontrar donde ellos viven cualquier pequeño resquicio que les haga soñar que podría ser posible este mundo allí, se lanzan a una lucha contra sus dirigentes, perdiendo la vida en el intento, o lo que es incluso peor, la dignidad.

En este lado del mundo ignoramos cuanto sucede al otro lado porque tememos que ellos puedan alcanzar un estatus parecido al nuestro; los que de verdad gobiernan el mundo, aquellos que con sus intereses económicos matan sin ningún complejo, son los mismos que nos benefician a nosotros a para tenernos donde quieren: silenciosos ante cualquier tropelía que ellos cometan.

Sí, hay organizaciones que se dedican a ayudar, en la medida de lo posible, a aquellos que lo necesitan. No es menos cierto también que tras muchas de estas organizaciones hay oscuras tramas encaminadas a situarse en una posición de privilegio y poder presionar a los que mandan en cada país y, así, conseguir concesiones por sabe Dios qué...

Una sociedad avanzada, moderna, en la punta de lanza del progreso suele tener como contrapartida una gran cantidad de “detritos” que va dejando atrás; toda esa acumulación de indignidad, de malversación, especulación y otros adjetivos malolientes son los que prestamos fácilmente fuera de los muros que nos rodean.

Tememos al que llega de fuera porque nos va a quitar la jubilación, porque inunda nuestros hospitales, porque ocupa nuestros puestos de trabajo...esto no son más que majaderías de una sociedad vieja que sólo vive lo inmediato sin recordar su pasado. Somos culpables de su situación, nos guste o no, porque permitimos que en nombre de nuestro bienestar esquilmen países que están poblados de personas como nosotros, que se encuentran, de pronto, sumidos en la desesperación de no poder dar de comer a sus hijos, de no poder hablar, de no poder vivir...

Siempre habrá diferentes velocidades en la evolución de las sociedades; habrá diferenciación entre unos y otros; cada sociedad tiene un modo de vida y ninguna debería inferir en aquella que no es igual. La igualdad de derechos no deja de ser una mera utopía en un mundo tan diferente. Escuchar con sordina lo que llega de fuera sólo nos hace más estúpidos, más sordos..

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