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lunes, 5 de diciembre de 2011

DE LA CIUDAD AL CAMPO

Resulta curioso el proceso migratorio que se produce en las sociedades modernas. Durante casi dos siglos el hombre ha protagonizado un abandono, paulatino, del campo para ir a la ciudad en busca de una mejora en su vida. La Revolución Industrial en primera instancia y las comodidades que de ella se derivaron hicieron que permanecer en el campo fuese cada vez más anecdótico.

Curiosamente ahora que el sistema capitalista ha fracasado de un modo tan obvio se está produciendo una nueva migración hacia el campo, una suerte de regreso al comienzo. Quizá para volver a tomar impulso y retomar la vida en la ciudad cuando vengan mal dadas; pero es posible que muchos hayan vuelto con la intención de permanecer en aquellos lugares (rurales) que, en época de crisis económica, ofrecen más posibilidades de subsistencia.

Antiguamente los pobres se agolpaban en los pueblos, con malas cosechas, incapaces de vivir con las exiguas producciones que las explotaciones agropecuarias producían. La ciudad era el refugio pues allí cualquier trabajo permitía tener al alcance de la mano lo que uno buenamente podía necesitar.
Hoy, las cosas ya no son iguales. Una persona que comienza un declive económico en la urbe se transforma en un excluido social con suma rapidez; la carencia de unos mínimos en la ciudad modifica la vida de sus ciudadanos de forma tal que terminan en una precariedad tangible.
El campo, al contrario, proporciona (con los medios actuales) un mínimo de producción suficiente como para poder comer cada día, algo que no siempre se dará en un lugar tan agresivo y frío como la ciudad.

Por otro lado está la calidad de vida, ese otro tangible que mide de forma exponencial nuestra felicidad. Uno puede ser dueño de muchas video consolas, de ordenadores y televisiones, de electrodomésticos básicos, que si no puede utilizarlos por tener que restringir su gasto, termina todo en el cajón de los trastos y uno frustrado por su mala suerte. Al otro lado, un paseo por un entorno natural siempre es grato, proporciona plenitud física y, por tanto, mental.

Seguramente pasada esta crisis los movimientos migratorios volverán a llevar a las personas a los núcleos industriales; y con seguridad, esto proporcionará a los trabajadores una mejor calidad de vida. Sin embargo bien harían en nadar y guardar la ropa; sería recomendable que esta vez el abandono del campo fuese mucho más escalonado y seguro, no vaya a ser que terminemos un buen día sin un lugar donde guarecernos...

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