LUGARES PARA SOÑAR

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cerrar lo ojos y sentir

miércoles, 14 de diciembre de 2011

OTEANDO AL HORIZONTE

De pronto uno frena en su caminar por la vida y piensa: ¿qué quiero hacer de mi vida?¿dónde quiero estar en el futuro?. Las respuestas se agolpan en la mente, pues las ideas son tantas y diferentes que no sería inteligente ni productivo intentar alcanzarlas todas.

Así que comienzas a descartar aquellos imposibles que lejos de ser plausibles se pierden en los pozos de la imaginación, allí donde de cuando en cuando recurriremos para salir de la sofocante monotonía.

En otra estantería de la mente sitúas las metas que, aún quedando lejos de las posibilidades actuales, quizá un día puedas aspirar a ellas. Casi todo lo que cabe aquí se circunscribe a lo material. A las pequeñas o grandes cosas que podríamos alcanzar si mejorase nuestra situación. Y uno, claro, debe de vivir esperando mejorar.

Finalmente, en la estantería más cercana a la realidad podemos observar los tangibles de los que disponemos; las someras realidades que disfrutamos y que, por ende, formarán parte de nuestro futuro inmediato. Aquí, donde se agolpan las realidades intentando convertirse en ilusiones, es donde debemos hacer un ejercicio de discriminación positiva. En el sentido de quedarnos con aquello que es verdaderamente importante y dejando de lado lo que al final supondrá un lastre.

Pensar en qué amistad es real y cual imaginaria. Cual se fundamenta en la aportación de dos y cual forma parte del dar y no recibir. Hay que eliminar aquellos sentimientos nocivos que uno cree a ratos maravillosos pero que, en el fondo, son una falacia del sentir.

Las decisiones que uno toma serán consecuencias en un futuro inmediato. El futuro todavía lo podemos escribir. No se trata tanto de una ensoñación como de ir situando en los lados del camino asideros a los que agarrarse cuando vienen mal dadas.

Oteando el futuro uno puede darse cuenta de cómo es su presente, de cómo vive una realidad que, en ocasiones, nos es esquiva en cuanto a su percepción y otras nos paraliza con su impacto. La vida es para vivirla, pero también para sentirla, para olerla, saborearla...

Ahora mismo, sentado en una piedra en mi camino me observo a mi mismo y a mi vida y descubro que no lo he hecho tan mal, que quizá hubiese sido mejor de otra manera, pero...ya está hecho, hasta aquí me ha traído mi cabeza y mi corazón. Eso no lo puedo ni quiero cambiar. El horizonte quiero verlo lleno de luz, color, sabor... y en ello estoy.

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