LUGARES PARA SOÑAR

LUGARES PARA SOÑAR
cerrar lo ojos y sentir

lunes, 27 de abril de 2020

EN EL AIRE



Muchas veces te he imaginado estando despierto, ensimismado en ti mientras escuchaba una conversación, una canción…. Otras tantas te he soñado, a propósito y sin querer, si es que eso es posible cuando se cierran los ojos sin darse cuenta.

El deseo de tenerte cerca ha sido una constante, en perfecta contradicción con las muchas cosas que he hecho por alejarte. Posiblemente porque, llevarme la contraria a mi mismo haya sido una de las cosas que más y mejor he hecho.

Reconozco que muchas han sido las ocasiones en las que me he adentrado en tu piel sin tu permiso; casi tantas como sueños; y éstos, siempre nítidos, vívidos, incluso con sabor a ti.

Arremolinado en torno a tu cintura bien podría perder la cabeza. Confundida esta por el debate entre subir y bajar; entre girar sin parar en la rotonda de tu ombligo; ascender hacia las cumbres; tal vez dejarse ir por la vereda que desciende a…

Unas veces me he visto asido a tus caderas como náufrago al madero; otras, te he sentido a la grupa de tu corcel como una amazona, cabalgado sin parar, la mirada perdida y la sonrisa en la cara.

Nada como despertar al lado de quien es capaz de provocar en ti la lujuria y la ternura. Si encuentras a la persona que logra eso, habrás encontrado el eslabón perdido que todos buscamos en la vida.

Dicen que, cuando uno salta en paracaídas, afloran dos dudas razonables: ¿se abrirá? Y en caso de hacerlo ¿cómo será el aterrizaje?. Por eso mucha gente es incapaz de saltar. En mi caso, pese a haber nacido sin alas ya estoy en el aire; no he reparado mucho en la mochila.




MERCADERES DEL DOLOR


En nuestra sociedad, siempre han tenido cabida personas cuyo mayor mérito radica en su habilidad para enfangarlo todo. Personas incapaces de convencer a nadie con sus argumentos, pero que se dedican a intentar confundir al mayor número de personas posibles.
En este tiempo tan complicado abundan en medios de comunicación, en la política y en los medios de opinión, allí donde tras una máscara se esconden muchos malnacidos ávidos de mortificar a quienes pillan en un momento de debilidad emocional o faltos de conocimientos.
Nadie puede comprar nada con el dolor; pero esos necios creen que si. Se posicionan detrás de trincheras ideológicas para mercadear con el llanto, la pérdida, la desazón… no son más que alimañas en busca de un titular, casi siempre falso, o de la ganancia de unos pocos votos (que por otro lado sus acólitos ya le tenían otorgados).
No son conscientes, o sí, de que el dolor es transversal. Que en una pandemia como la actual el virus no entiende de obligaciones para con unos y dádivas para otros. Mata por igual, amedrenta de singular manera y lleva camino de modificar muchos de lo hábitos que nos definen como sociedad.
Desde que soy consciente de la existencia del dolor siempre he sospechado de los que, sin formar parte, aparecen compungidos en medios de comunicación; en funerales de Estado o en misas (no irán a una sinagoga o una mezquita aunque también se mueran ciudadanos de otras creencias) . ¿Por qué? Pues por un razonamiento simple. A todos se nos ha muerto algún familiar directo, y siempre aparecerá alguien a darnos el pésame diciendo aquello de :”cuanto lo siento, yo quería mucho a…” y, las más de las veces, esa persona ni la conoces, ni la habías visto antes, y mucho menos se preocupó antes por la situación del fallecido. Y eso me ocurre a mí cuando veo a un personaje público mercadeando con el dolor de los demás.
Yo no quiero plañideras en los medios de comunicación o en la política. Deseo que estén donde tienen que estar. Evitando los óbitos antes si les es posible, o tratando de que no continúen. Los muertos ya los lloran los familiares. A los políticos se les espera en la política y no en el teatro.

Respecto a los medios de comunicación poco habría que decir. Mercadear con la muerte lo han hecho siempre. Venderá siempre más la impactante imagen de la muerte que la celebración de la vida. La mayoría de los medios hacen hincapié en el número de fallecidos por millón de habitante; fallecidos por cada cien mil habitantes; fallecidos por…
A una parte de la población le impacta, a otra parte la hastía. Pero podría ser de otra manera, podrían resaltar que muchos miles de personas se han salvado; que el porcentaje de muertos cada vez en menor en relación con el número de enfermos diagnosticados pero… cómo le vamos a pedir a los medios de comunicación que celebren la vida si el fango, la angustia de los demás, el dolor ajeno y la muerte...es lo que les pone!

Cada día, desde que empezó esta crisis sanitaria, he intentado resaltar la parte positiva de una mala situación. Trato de mirar hacia el futuro con optimismo, porque al final de una larga noche siempre estará el alba. Paso de dejarme oscurecer los días por vaticinios de mercaderes de la muerte que gozan hundiendo la moral de los débiles de espíritu.

La muerte es un negocio que mueve muchos millones de euros al año en el mundo y que, en nuestro país, siempre ha estado en manos de mafias que se llenan los bolsillos en el momento más duro.
Las funerarias se hacen de oro en un nicho de negocio exclusivo; en el que las tarifas se disparan, enmascaran o falsean cuando los dolientes están en su momento más bajo. Los sacerdotes hacen su agosto bajo pretextos inverosímiles, montando una suerte de verbenas sacerdotales con montajes aparatosos para, a fin de cuentas, enterrar a un creyente. Eso sí, bajo pago de las tarifas mas variopintas.

Y finalmente estamos nosotros, los ciudadanos. Agarrándonos del pecho para magnificar nuestro dolor por la pérdida, afligidos. Muchos con la misma expresión del político o periodista de turno. Una pose, un sentimiento vacío de quien apenas se interesó en los últimos años por la vida del finado. Al otro lado los que sienten, los que padecen, quienes sienten en su interior la pérdida de esas personas que formaron parte de sus vidas hasta el final. Y son esas personas las que se merecen el respeto de sentir el dolor sin que alrededor pululen mercaderes del dolor.


lunes, 20 de abril de 2020

ELLA


Ella es el trazo sutil que lleva a un lienzo de cuadro a obra maestra; de una pared cualquiera a la galería de un museo.
Ella vive con la sencillez de quien no necesita mucho para ser feliz, apenas lo preciso para seguir camino y encontrar su lugar.
Ella siente para dentro, como hacen quienes son capaces de destrozarse el alma por mantener un sentimiento.
Ella se aferra a los ideales en los que cree, como harían los estoicos, en un tiempo en el que las convicciones están en desuso o en venta.
Ella brilla con luz propia, sin necesidad de adornos vacíos o atavíos estériles. Brilla con la luz que desprende su mirada, con su sonrisa.
Ella ha estado siempre, a pesar de mi estupidez, a pesar de no haber sido merecedor de un sacrificio para el que todavía no sé si es suficiente recompensa.
Ella representa la lealtad de los que, conociendo tus debilidades, nunca se hacen a un lado aportando esos intangibles que tanto valor tienen.
Ella despierta todas mis pasiones; sujeta con maestría la aguja de marear que convierte la pasión en diversión, en goce e ilusión.
Ella es merecedora de que dé lo mejor de mí; de que me esfuerce; de que camine de su mano; de que emprenda ese camino que ambos conocemos.
Ella…

RECUPERAR EL RASTRO


Observar el mundo a través de una pantalla, de un cristal o desde el balcón no es la mejor manera de formar parte de él. En este tiempo estamos pasando de miradas furtivas detrás de los visillos de a una exposición de ventana digna de un estudio social.
Lo que hasta hace bien poco era una observación a hurtadillas del vecino/a con el fin de invadir su intimidad se está convirtiendo en una búsqueda de notoriedad desde el balcón de enfrente, tal vez para llamar la atención y empezar una conversación. Estamos pasando de hablar del vecino a hablar con él. Lo que no deja de resultar paradigmático cuando, en muchas ocasiones, ese vecino lleva un montón de años enfrente sin importarte nada.
Somos seres sociales, necesitamos de los demás para reafirmarnos en nosotros mismos. La condición humana nos hace esclavos de las relaciones. Incluso el ascetismo precisa de una conversación con alguien. Por eso, en unos días, podremos empezar a recuperar el rastro de lo hemos sido, de lo que quizás somos y tal vez seremos.
Nos advierten que nuestra sociedad no volverá a ser la misma. Que nos vamos a convertir, a la fuerza, en personas más distantes. Con una menor carga de efusividad y cercanía. Personalmente niego la mayor. Es posible, incluso probable que el miedo a contraer una enfermedad coarte nuestra manera de mostrar los sentimientos. Incluso cabe la posibilidad de que cercene muchos lazos que no tienen la resistencia de una amistad. Es posible, el tiempo dirá.
Mas yo creo que cabe una reformulación de cómo seremos sin dejar de ser quienes somos. El rastro que hemos dejado hasta ahora está sembrado de vivencias, sentimientos, certezas, dudas, risas y lágrimas… se trata de un rastro visible, para el que no hace falta arrastrarse por el suelo o tener vista de lince. Si no podemos desandar el camino, nada nos impide hacer uno paralelo. Quizás este tiempo nos haya ayudado a observar nuestros errores y a reiniciar el camino de un modo mejor, pero sin renunciar a la esencia de lo que somos.
Por mi parte pretendo reemprender mi camino con la mirada en el horizonte, la mochila cargada con abundantes provisiones para el recorrido y dispuesto a avanzar con respeto, pero no con miedo. Creo que nos queda mucho bueno por vivir. Y que de todo se aprende. La coerción de lo invisible suelta fuertes andanadas a nuestro espíritu de lucha; pero qué sería de nosotros si no fuésemos capaces de seguir caminando a pesar de las heridas en las rodillas por los tropiezos y caídas. No podemos dejar de ser quienes somos, sería un error.


sábado, 18 de abril de 2020

LOS LUGARES SOMBRÍOS


Dicen que cuando las cosas vienen mal dadas es cuando aflora lo mejor y lo peor de las personas. En las situaciones de estrés cada uno respondemos en función de nuestra fortaleza interna, del entorno que tengamos y de las emociones del momento. Eso es fácil de comprender. Y también es bueno tomar cierta distancia con esas reacciones para valorarlas con posterioridad en su justa medida.
Sin embargo, con el paso de los días, van aflorando conductas en algunos que muestran cuan mezquina puede resultar alguna gente. Pintadas en coches, carteles o notas insultando; políticos mintiendo sin pudor; noticias falsas o creadas con el único fin de hacer daño… Hay individuos a los que observándolos con una mirada amplia se les descubren muchos lugares sombríos en los que dejan salir pensamientos perturbadores que nos afectan a todos.
Dicen que el tiempo pone a cada uno en su lugar; yo no estoy tan seguro cuando de lo que se habla es de medrar a costa de quien sea. No importa como de fangoso sea el camino o la ristra de suciedad que dejes a tu paso.
Nos acercamos a las redes sociales para, parapetándonos tras ellas, lanzar todo tipo de acusaciones o aplausos (dependiendo de los intereses) sin tener en cuenta nuestro día a día. Cabría, en este punto, ver cómo es el mundo que nos rodea, ese universo cercano en el que vivimos y al que no siempre prestamos la atención debida. ¿Hacemos todo lo necesario? ¿Nos comportamos de manera ejemplar? ¿Podemos hacer algo más? Honestamente creo que no. Pero es mucho más fácil hablar de lo mal o bien que lo hacen a 200km.
Como sociedad este encierro demuestra muchas cosas buenas, estupendas. Entre ellas alguna que no esperaba de un pueblo como el español, paciencia. Tal vez porque no queda otra o porque salir a la calle implica jugarnos el bolsillo o la salud, pero estamos siendo mucho más pacientes de lo esperado. Lo mismo que los italianos o franceses. A los latinos nos hierve la sangre con facilidad. Pero también este encierro está mostrando cómo somos con los que no piensan o sienten como nosotros. Y uno no puede más que recordar la trágica Represión que vivió este país durante los quince años posteriores a la Guerra Civil. Años en los que unos vecinos señalaban a otros para que “la autoridad” se los llevase por delante. No es muy diferente cuando pintamos un coche a una doctora que lo único que hace es cuidarnos. Esa parte es una de las que más detesto de nuestra sociedad.
En muchos españoles anidan, en los lugares sombríos de su alma, pensamientos maniqueos y cainitas. Anida un odio por el diferente que está ahí, que siempre ha estado y que hace poco aflora desde los partidos políticos de carácter ultra. Partidos que no están para hacer política, que va; están para llenarse las alforjas de dinero público e invadir el pensamiento colectivo de ese hedor nauseabundo que desprende el odio al diferente. Su arbitrariedad les nubla el entendimiento si es que alguna vez lo tuvieron.
España nunca será una nación de patriotas, somos de mirarnos demasiado al ombligo y de señalar la falta de redondez del de al lado. Somos de guerra de guerrillas, de emboscadas al alba; de cuchilladas por la espalda. Podremos unirnos en ocasiones, como lo hicimos cuando España ganó el mundial de fútbol, pero durará poco. Tan poco como lo que tardaron entonces algunos en decir que la mitad de aquella selección era catalana y que ganaron por ellos. Argumentario tan falaz como cualquiera de los de ahora. Entroncado con los lugares sombríos de las mentes de muchos.


viernes, 3 de abril de 2020

ESE ESTRECHO CALLEJÓN


No es nada nuevo afirmar que la vida cambia en un instante. Que todos los preceptos aprendidos sobre una determinada materia son susceptibles de cambiar en cualquier momento. Pero no todo el mundo está preparado para afrontar estos cambios.

En este tiempo, en el que salimos cada tarde noche a aplaudir a nuestros sanitarios y fuerzas de seguridad, lo hacemos como una muestra de gratitud para con ellos; es el modo en que podemos darle las gracias a esa parte visible de la sociedad que ahora mismo lucha contra un virus que ha cambiado nuestras vidas. Pensamos, para nosotros, que nadie mejor que ellos para desarrollar su trabajo y cuidarnos. Se trata de un pensamiento adaptativo de nuestra manera de entender la vida.

Sin embargo muchos de ellos se verán conducidos día tras día a un callejón estrecho en el que no encontraran sosiego con nuestros aplausos. A la tensión diaria del trabajo para salvar vidas, para evitar que la gente se contagie o sea imprudente; deben de sumar el natural miedo a contagiar ellos mismos a sus seres queridos; deben sumar también la frustración de no haber podido salvar a ésta o aquella persona; añaden la falta de descanso efectivo: el enfado por la parte de medios… y no será fácil para muchos de ellos salir indemnes de tamaña labor.

En casa, los que tienen a seres queridos en situaciones críticas, y no sólo por el virus, sino por miles de causas más, acumulan a la pena la agonía de la espera. La incertidumbre suele ser el mayor enemigo de la paz. Nuestras cabezas bullen en una lucha desesperada por racionalizar el equilibrio entre lo que podemos hacer y lo que creemos que podemos; entre la información y la desinformación… no es sencillo irse a dormir.

La tan nombrada estos días, resiliencia, no es en todo el mundo igual. Se puede aumentar con conocimientos, se puede fortalecer con técnicas grupales o individuales. Pero la base de la que partimos no es igual para todos. Desde la infancia hasta nuestra vejez, el entorno en el que desarrollemos nuestra vida supone tener o no fortaleza interior. Así pues a mayor grado de adaptabilidad mejor será nuestra capacidad de resiliencia.

Pero al final todos podemos adentrarnos en el callejón. Muchos pensarán que se trata de uno sin salida. Pero siempre la hay, aunque no todos la vean. Posiblemente para una mayoría sea relativamente fácil encontrar los asideros necesarios como para salir indemnes. La red de amigos, familia, capacidades… ayuda a poder ver el final. Pero otros no podrán salir solos, no encontrarán asideros y sí sufrirán golpes que vayan poco a poco mermando sus capacidades. Y tendremos que ser generosos con ellos; tender una mano y asirlos si fuese necesario.

Todo esto pasará, en el camino se habrán quedado muchas personas; sus familias echarán de menos a esos seres queridos y sufrirán la ausencia de duelo en estos días donde ni siquiera eso es fácil. Mas la vida sigue y al final de una larga noche siempre espera el alba. Y con la distancia debida este estrecho callejón se convertirá en una avenida con salida al camino que elijamos. Si en la salida nos encontramos con alguna de esas personas a las que ayudamos a huir del callejón, nos sentiremos mucho mejor.

jueves, 2 de abril de 2020

TENGO GANAS


Tengo ganas de volver a verte, de verte sonreír mientras tomamos una cerveza. Mientras compartimos un pincho o unas patatas en cualquier cafetería. Tal vez un paseo por un andén que recuerde a otro tiempo.

Tengo ganas de salir a la carretera en tu compañía y dejarnos llevar por la música mientras el coche nos lleve de un lugar a otro. Nada es más grato que descubrir lugares con encanto a tu lado.

Tengo ganas de abrazarte, de transmitirte en un abrazo mucho más que un sentimiento. Abrazarte para hacerte sentir que todo puede ser posible. Que pese a la aspereza del camino, merece la pena caminar.

Tengo ganas de besarte, de sentir tus labios en los míos. De volver a sentir la emoción de esos besos que nunca se acaban aunque duren breves segundos. Besos que expresan mucho más las palabras.

Tengo ganas de recorrer la piel de tu cuerpo con los dedos de la mano; de seguir memorizando con los labios aquellos lugares en los que ambos sabemos que todo cambia en un segundo.

Tengo ganas de hacerte el amor, de soslayar los malos momentos y abandonarme contigo a un torbellino de emociones, placer y gozo. Estar en ti y que tú estés en mí. De mirarte cuando todo termine sin que nada acabe.

Tengo ganas de arramblar con la vida, de cambiarlo todo para dejar las cosas igual y contribuir a nuestra mutua utopía. De emprender un camino sin retorno, en el que los viajeros finales seamos nosotros más allá de la compañía.

Tengo ganas de que todo acontezca, de que todo sea verdad, de que el futuro sea eso...futuro. Pero al que se pueda acceder desde el presente. Masticando muy despacio, para que la digestión sea buena y el sueño plácido.

Vienes?

DESCUBRIR.


En este tiempo de reclusión que estamos viviendo, nos va dando tiempo a descubrir muchas cosas que llevaban ahí tiempo y en las qué, apenas habíamos reparado. Tal vez también podamos redescubrir emociones, tiempos e incluso a personas.

A buen seguro la mayoría de nosotros no practicamos el ascetismo, ni tampoco tenemos alma de eremitas. La mayoría somos esclavos del modo de vida que tenemos y víctimas en este caso de las muchas necesidades creadas. Sin embargo uno siempre debe de sacar lecturas positivas, aún navegando en medio de un océano informativo que está entre lo perturbador y lo desgarrador.

A diario nos miramos en el espejo sin darnos cuenta de quienes somos, apenas reparamos en lo que creemos que somos. Estos días, al fin y al cabo, pueden enseñarnos muchas cosas de nuestra propia personalidad. Somos animales de costumbres que se nos han alterado sin previo aviso; modificando nuestro statu quo personal. Quizás estamos descubriendo que no somos tan fuertes; o que lo somos mucho más que antes. Ese sillón en el que antes nos sentábamos a ver la tele ahora se puede convertir en un lugar de recogimiento personal; también en la representación del hastío y el cansancio.
Tal vez, no estoy seguro, sería un buen momento para repensar lo que hemos vivido, analizar lo que tenemos y vislumbrar el futuro con un tiempo que hace nada no teníamos.

Si tenemos a alguien a nuestro lado: pareja, hijos, padres, hermanos, amigos… este tiempo será una prueba de fuego importante. No son unas vacaciones en las que puedes estar pero puedes salir. Son muchas horas al lado de personas que crees conocer, que puede que así sea, pero que también puedes observar de otro modo.
Adoramos a nuestros hijos, pero de común los dejamos en el colegio antes de irnos a trabajar y los vemos poco tiempo al día. Ahora es momento de disfrutarlos, conocerlos, prestarles toda la atención que no de damos, abrazarlos...y sí, también pueden cansarnos con su vitalidad, sus ganas o su apatía cuando “son adolescentes incomprendidos en un mundo de mayores avejentados “.
Queremos a nuestros padres, les respetamos, mas estamos acostumbrados (la mayoría) a vivir con ellos pero sin ellos. Les tratamos de un modo parecido a cómo lo hacen los adolescentes con nosotros. Con cierta condescendencia. Tal vez sea el momento de aprender de nuestro pasado, de prestar atención a las emociones que manifiestan cuando hablan de tiempos pretéritos que siempre es bueno conocer.
A nuestros amigos, posiblemente les conozcamos mejor que a nuestros hijos o padres, pero no así, no confinados, no atrapados en la misma casa. Las verdaderas amistades no se forjan al compartir los buenos momentos; se labran en el respeto a los espacios y en los malos momentos compartidos. Aunque esto no sea un guerra, ni sea una cárcel. Tan sólo la vida nos ha enseñado lo frágiles que somos.
Con nuestras parejas, esas que elegimos libremente, nos toca vivir un tiempo complejo. Tanto si estamos con ellas en la misma casa, como si el azar ha querido que estemos lejos. Sin duda son situaciones diferentes. En la primera, cuando estamos en casa 24 horas, todos los días sin más espacio que la vivienda, la vida puede ser placentera y fantástica; una montaña Rusa sobre un tornillo de Arquímedes; o un laberinto del que será difícil escapar. En todo caso, aprovechando el tiempo se puede ahondar en la personalidad de nuestro par. En la segunda, cuando la distancia separa los deseos, lleva las emociones al límite y amenaza con lanzarnos a la aventura irresponsable de salir en su búsqueda, la comunicación es básica y fundamental. Habrá a quien la verborrea se le encasquille con el fluir de las emociones; y otros, al contrario, deberán de buscar en el trasfondo de su lenguaje la mejor manera de transmitir cuan importante es una persona para ellos.

Dicen que una golondrina no hace primavera, pero intento ser optimista. Quiero pensar que en unos días, los que sean, la vida volverá poco a poco a ser como antes. De lo que sí estoy seguro es de que nosotros, no seremos los mismos. Este tiempo supone todo un examen para con nosotros mismos y nuestro entorno.

miércoles, 1 de abril de 2020

ERA PARA EL OTRO LADO


El continuo trasiego de la vida, apenas nos da para poder ser conscientes del camino que tomamos. Desde la más tierna infancia empezamos a elaborar planes de futuro a largo plazo. Las más de las veces se quedan en meros recuerdos en apuntes de libreta adolescente. El paso de los años nos pone blanco sobre negro la distancia existente entre lo planeado y lo conseguido.

Cierto es que muchos planes se cumplen, el tesón de cada uno logra que podamos evitar las barreras que puedan surgir y alcanzar ese plan anhelado. Pero siempre habrá más de uno que no completemos. Y lo mejor, no pasa nada. Nuestra adaptabilidad nos empodera frente a las adversidades y terminamos en otro plan, tal vez mejor.

Siempre he visto la vida como una red de carreteras, transita uno por una vía principal sin más preocupación que mirar al horizonte. En la medida que he ido, primero creciendo y después cumpliendo años, he podido disfrutar de grandes autopistas y de las mas fabulosas carreteras de montaña. Y he sufrido, claro que he sufrido, las penosidades de vías desconchadas, muchas sin asfalto , otras apenas una trocha de cabras por la que evitar el despeñe.

En todo este viaje uno se detiene en lugares en los que cree poder quedarse toda la vida; en los que se aventura incluso a construir un hogar. Algunos se quedan en ese recodo para siempre (bien por ellos). Otros, sin embargo, seguimos viaje hasta el siguiente alto en el camino que nos haga sentirnos bien; y en nuestro interior nos decimos “esta vez sí”, y tomamos el martillo y los clavos para edificar una nueva estancia. También esta vez muchos se quedarán (bien por ellos). Y seguimos adelante, unas veces con los huesos molidos por tantos baches; otras veces sintiendo el aire en las manos que sacamos por la ventana...seguimos camino.

Un día sufrimos una avería, de esas que te dejan destrozada el alma y con pocos arrestos para continuar; todo se vuelve oscuridad, huele a barro. Mas cuando más improbable parece que salgas de atolladero alguien llegar para socorrerte, para impulsarte, para hacerte ver que es posible la utopía. Los planes a futuro están, de nuevo, más vigentes que nunca.

Es el mejor trayecto: comidas, charlas, encuentros, risas… aprietas el pedal hasta el fondo porque allí, lejos pero más cerca, está tu destino. A medida que la claridad lo invade todo, hasta parece que respiramos mejor. Buen vehículo, mejor compañía, asfalto liso. A toda velocidad te adentras en el último tramo y ahí está. Tienes delante tu sueño, has alcanzado tu propia utopía, ese plan de futuro a largo plazo. La majestuosa última parada está delante de ti. Desciendes casi con miedo, pero feliz. Te acercas a la puerta y llamas. Cuando ya estás a punto de reventar de la emoción, alguien, al otro lado, en un susurro te dice: ERA PARA EL OTRO LADO

Te subes al coche, sonríes, sujetas el volantes y arrancas…. La vida resulta siempre una caja de sorpresas.