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martes, 17 de abril de 2012

LA HISTORIA DE UN TIRO QUE TAPA LOS CAÑONAZOS

La caza siempre ha sido un recurso al que echar mano de cuando en cuando para desviar la atención de los problemas que acucian a un país en un momento dado. Nada mejor que la actuación negligente de un famoso con un arma como para llenar las portadas de los periódicos y así crear una cortina de humo sobre los problemas serios de verdad.
Se ha cazado siempre, desde que el hombre es hombre; y en la práctica de cualquier actividad hay accidentes. Muchos han sido los niños que se han hecho daño con escopetas, con trampas, con arcos, con flechas...
Seguro que no tenemos una estadística, aunque no sería de extrañar que pronto apareciese alguna, de los menores que sufren accidentes con armas de fuego; mas estoy seguro de que su número no sería ni mucho menos pequeño.
A los niños siempre le han fascinado las armas, mucho más en ambientes donde es fácil el contacto con las mismas. Y por ello resulta evidente que es fácil sufrir un percance.
Lo que debería preocuparnos es que; en medio de una crisis económica brutal, de una pérdida de derechos y libertades arbitraria y de una decadencia social tan abrumadora, los que dirigen el cotarro (desde los diferentes medios que les sostienen) desvíen nuestra atención por el accidente del nieto del Rey, o incluso por la propia decadencia física del monarca.
Deberíamos hacer un ejercicio de higiene mental y cambiar de canal cada vez que conectemos un medio de difusión y nos bombardeen con descripciones imaginativas sobre cómo fue, cuándo sucedió, etc.
Es increíble que los tiros de un menor sean capaces de acallar los sonoros cañonazos que nos envían desde todos lados un día sí y otro también. Cañonazos que están llevando a la deriva a una nave cuyo patrón no parece tener controlados ni los vientos, ni las velas, ni (lo que es peor) su tripulación.

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