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lunes, 5 de noviembre de 2012

LABERINTOS

La vida es un laberinto lleno de puertas falsas; puertas que traspasamos continuamente sin tener la menor idea de hacia dónde nos llevarán. Quizá uno no quiera salir de este intrincado camino, a fin de cuentas no tengo muy claro cual es el objetivo. Si conozco su final, todos lo conocemos. A la vida sólo le sigue la muerte...o no. Nos pasamos la vida entrando y saliendo de laberintos. El laberinto del amor nos lleva muchas veces por derroteros de difícil explicación, aunque hay quienes escogen un solo camino y no salen por ninguna puerta falsa, o bien tomaron la equivocada y se ven incapaces de rectificar y volver atrás. La política, la economía, la crisis que vivimos...todo forma parte de diferentes laberintos que se entrecruzan de forma tal que parece que seamos incapaces de ver más allá del seto que nos rodea. Se necesitaría una perspectiva global, desde el aire para encontrar la salida adecuada. Puedes pasarte la vida siguiendo a otros, tropezando en sus mismas piedras, con la cabeza gacha y la boca cerrada. O puedes salirte de la senda e intentar cambiar de laberinto y hacer camino en el tuyo propio. Pretender salir de él sin entrar en otro es sólo un ejercicio de ensoñación casi mística. Algunos no son capaces de salir jamás de su universo particular, han dejado medrar tanto el seto que no son capaces de alcanzar a ver más allá o, si lo hacen, prefieren enrocarse a dar muestras de necesitar ayuda. La vida es un laberinto demasiado abrupto como para afrontarlo en soledad. Todo lo más alejarse un poco, husmear y regresar. Somos seres sociales que avanzaremos siempre que tengamos en cuenta la opinión de los demás, tanto en sentido positivo como negativo. De nada sirve ir dejando un rastro para volver atrás. El inexorable paso del tiempo pule de tal manera las aristas a las que creíamos poder agarrarnos que, con el tiempo, sólo podremos recordar dónde las habíamos dejado...y no todas. Hay, por el contrario, laberintos de los que sí se puede salir. Son los laberintos sociales, esos que casi nadie quiere percibir pero que están ahí desde siempre: el alcohol, las drogas...

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