LUGARES PARA SOÑAR

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cerrar lo ojos y sentir

domingo, 18 de noviembre de 2012

LOS OJOS DE UNA MADRE

Si uno quiere saber descubrir como puede ser el mundo debería mirar mucho a los ojos de su madre. Estos no reflejan, seguramente, la verdad pero sí la realidad más próxima. Una madre siempre buscará con sus palabras que su familia se sienta reconfortada por su presencia. La tranquilidad que quiere provocar no impide que una mirada profunda a sus ojos no nos muestre la verdadera realidad. Los ojos de una madre encierran el afecto, la ternura, la comprensión, el amor, el sentido común... también la seguridad de que difícilmente te van a engañar. Las madres son, en el sentido literal, las anclas que sujetan el mundo, nuestro mundo, cuando este se tambalea. Da igual si tu relación es buena o mala con ellas; al final del camino, cuando los mundos se separan para siempre, terminas añorando incluso las miradas inquisidoras. En los ojos de una madre uno puede aprender que el mundo casi nunca es justo con los merecedores de justicia; puede uno atisbar que afecto significa mucho más que una caricia, implica (normalmente) la abnegación por los demás. Incluso en los malos momentos, en aquellos donde la tristeza provoca lágrimas en esos ojos que tan frecuentemente miramos, encontramos un rayo de esperanza a todas nuestras aflicciones. Sí, es cierto, algunas veces de esos ojos pueden salir rayos más destructivos que un láser. La mirada de una madre puede destruir la vida de un hijo, arruinar la capacidad de quienes no tienen la suficiente capacidad como para separarse del yugo materno que, queriendo o sin querer, somete algunas voluntades. Sin embargo por cada caso así hay cientos de miles que encierran en la mirada cuantos asideros precisemos para salir de cualquier atolladero que nos hubiésemos metido. Dice mi madre, supongo que más de una lo hará, que: “madre no hay más que una”. Muchas veces le respondo que: “Menos mal, dos como tú no las soportaría el mundo”. Sabe que se lo digo desde el cariño, que nuestra relación (dura y muy áspera en ocasiones) está marcada por el amor que le tengo, que lleva implícito el afán por buscar que se cuide, se mime, disfrute... si bien ella no está por la labor. A pesar de los defectos que le encuentro, a pesar de nuestras discusiones, a pesar de nuestros desencuentros, a pesar de todo ello...en sus ojos (que no en sus palabras) siempre he logrado encontrar ese asidero...

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