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domingo, 25 de noviembre de 2012

Muertas en vida, muertas al fin y al cabo

Hoy se celebra el día contra la violencia hacia las mujeres, un día en el que todos los estamentos sociales y políticos ponen de manifiesto su repulsa ante algo que está imbricado en la propia sociedad. La violencia machista está, lamentablemente, tan dentro de la sociedad que resulta difícil luchar contra ella si lo que se hace es ejercer medidas contra los resultados de esa violencia. Quien maltrata sabe que se arriesga a una pena de cárcel, al rechazo social, etc. Las víctimas que perecen en estos actos pasan a ser meros números en una estadística global y dolor en las entrañas de las familias que sufren las pérdidas. No hay una varita mágica que solucione esta terrible lacra sin embargo, en mi opinión, las cosas mejorarían mucho si incidimos desde la mas tierna infancia en la formación de nuestros hijos de acuerdo con una idea que hoy tenemos de la igualdad absoluta entre ambos sexos, respetando los matices que nos caracterizan y haciendo de la diferencia el conocimiento del otro. Muchas son las personas, sobre todo mujeres, que sufren malos tratos; la gran mayoría, afortunadamente para ellas, no perecerán sin embargo un porcentaje muy elevado se podrían considerar muertas en vida, muertas al fin y al cabo. Personalidades difuminadas ante el sometimiento mordaz de sus parejas, vejadas psicológicamente hasta trasladarlas a las penumbras de la personalidad, allí donde es difícil ver el sol entre tanta niebla. ¿Qué hacer entonces? Básicamente estar alerta, no ser sujetos pasivos ante las actitudes descarnadas de quienes se jactan públicamente de ser buenas personas cuando en privado no son más que perros ladrando continuamente. Si tenemos el oído fino, si además de mirar vemos qué sucede a nuestro alrededor, seguramente descubriremos muchos casos de malos tratos, de conductas inapropiadas para con nuestros menores que pueden derivar en el futuro en trastornos de la personalidad. Los malos tratos buscan convertir al otro en un esclavo, en un muñeco de pim pam pum, donde golpear día tras día las rabias internas de quienes agreden. Como sociedad tenemos la obligación de eliminar esta lacra con todos los medios de los que disponemos. El mejor, sin duda, es la educación. Necesitamos formar a nuestros hijos de modo tal que nunca se acerquen al abismo del maltrato.

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