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viernes, 6 de mayo de 2011

CULPABILIDAD

A lo largo de nuestras vidas nos vemos sometidos, en muchas ocasiones, al sentimiento de culpa. Una sensación de haber cometido un fallo importante que hace que nuestro cuerpo y mente reaccione de una manera tan particular.
La culpabilidad es un concepto humano, que no está presente en el reino animal y que obedece a conductas adquiridas, casi siempre por imposición.
Una imposición que tiene mucho que ver con lo social, con las relaciones humanas, con la necesidad de achacar a alguien o a algo nuestras propias incapacidades, las cosas que ocurren o cualquier otro fenómeno para el que no encontremos una explicación más razonable.
Incrustamos en la mente de nuestros hijos ese sentimiento de culpa que muchas veces bloquea su creatividad, que llega a ser capaz de cambiar su normal desarrollo para convertirlos en seres mutilados en una parte de su conciencia de ser.
Las sociedades, todas sin exclusión, medran al abrigo del sentimiento de culpa que cada uno de sus miembros interioriza y adopta para sí. Da igual que vivas en una tribu aislada en medio del Amazonas que en Londres, la culpa estará presente.
Cabría preguntarse ¿por qué? Y no es una respuesta fácil, o mejor dicho, no hay una sola respuesta, sino un conjunto de circunstancias socio-históricas que hacen de la culpa una piedra angular social.
Ciñéndonos a un esquema creacionista, cabría decir que la culpa nace con el hombre, pues aparece en el acta fundacional de la propia religión, con la Creación.
Si nos ceñimos a un esquema evolucionista, entonces situaríamos la culpa en el momento de la aparición de los roles sociales, en la instauración de una jerarquía como inductora de conductas.
En una sociedad como la nuestra la culpa habría que situarla en la órbita de la moral, o más bien de la moralina. Da igual en qué estrato social te muevas, da igual si hablamos de moral católica, protestante, budista, islámica…la culpa está en todas ellas como elemento de manipulación que sirve como eje de rotación para el soterramiento de voluntades.
Cuando extrapolamos estas conductas a nuestra vida conyugal, individual o familiar, hacemos que nuestras decisiones traten de acomodarse, no a lo que más nos convenga en realidad, sino que tratan de no enfrentarse con nada que suponga tener sentimientos de culpa a posteriori.
Así, cuando vemos que algo malo le ocurre a la población de un determinado país, comenzamos a tener cierto sentimiento de culpa por pertenecer a la sociedad en la que nos ha tocado vivir. Esto, que sólo es un ejemplo, es consecuencia de un sentimiento adquirido sin necesidad, pues nada tenemos que ver con lo que ocurre a miles de kilómetros, ni con la conducta del vecino de al lado.
La medida de nuestros actos o los de nuestros hijos no debería estar en la culpa que podamos o puedan sentir en relación al acto en sí mismo, sino que habría de ser la recompensa el verdadero medidor. Si hago algo y no tiene recompensa, es posible que no vuelva a repetir el hecho, si tiene recompensa quizá establezca el acto como parte de la vida. La culpabilidad dolosa, el acto consciente de hacer daño, es otro tipo de culpa que no afecta al sentimiento de culpa, sino a una actitud social, a la libertad, a la integridad física y psíquica…
Culpabilidad….

2 comentarios:

  1. Efectivamente todos, en algún momento de nuestra vida, hemos puesto la culpa en otras cosas o personas, bien por que nos convenga en ese momento, bien por que es la realidad o bien por que uno mismo, no sabe quién o qué ha motivado la causa o la acción, es entonces cuando, en muchas ocasiones, nos echamos la culpa a nosotros mismos y reconocemos nuestros errores. Todo depende de cómo sea la persona...

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  2. Poderosa arma para gobernantes y líderes de cualquier religión. Poderosa y peligrosa.

    La misma pesada de antes.

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