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miércoles, 18 de mayo de 2011

HABLAR MAL DE ALGUIEN – HABLAR BIEN DE ALGUIEN

Escuchando con atención las conversaciones que se suceden a mi alrededor e incluso las mías propias he llegado a la conclusión de que es más habitual escuchar hablar mal de alguien que escuchar hablar bien. Esto me hace pensar que tal vez perdamos demasiado el tiempo y quememos demasiadas energías en dilapidar la imagen de alguien.
Hablar mal es sencillo porque puede hacerse desde la infamia, desde la constatación burda de hechos falseados, o lo que es peor, desde la ignorancia.
Resulta habitual ser partícipe de conversaciones donde alguien sale mal parado, normalmente sin que pueda defenderse por no estar presente, sin que quien hable mal tenga un mínimo de garantías en lo que refiere.
Hablamos por boca de otros, porque “alguien me ha dicho”, lo hacemos desde el prejuicio moral en el que nos establecemos en función de nuestro estrato social, nuestra educación u cualquier otra variable.
Hablar bien de alguien resulta gratificante, algunas veces se hace también de forma hagiográfica, porque manifestamos en nuestras palabras las bondades de otro igual. Lo que implica mucho menos esfuerzo mental. Para encontrar lo bueno de alguien basta con estar atento, con abrir los sentidos a las sensaciones, con eliminar nuestros propios prejuicios y miedos. Se trata de un ejercicio mental saludable, donde ponemos a disposición de otros todas nuestras habilidades comunicativas.
Sin entrar en la adulación absurda, contarle a los demás las características buenas de este o aquel, implica que nuestra manera de entender la vida es positiva y eso ya merece la pena.
Este es un país donde se premia la difamación, donde la no constatación de los hechos se ha convertido en noticia. Un país donde periodistas como Pedro J. han implantado un: “tu di lo que quieras que ya lo desmentirán”… y así nos va…

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