LUGARES PARA SOÑAR

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domingo, 7 de octubre de 2012

PERDIDOS EN SU PROPIO MUNDO

“Era un buen chaval, pero se perdió...” este el inicio de alguna que otra frase que alguna vez hemos escuchado o escucharemos a lo largo de nuestra vida. Los lamentos por aquellos que no alcanzaron la vida que se le suponía casi siempre llevan aparejado el desconocimiento del mundo interior de aquellos que sucumbieron a si mismos. Cuando nacemos no llegamos con un manual de instrucciones que dice cómo formarnos, cómo educarnos, cómo hacernos comprender cómo es la vida. Somos seres imperfectos que en armonía con la naturaleza nos desarrollamos hasta ser capaces de vivir a pesar de todo lo que nos esforzamos en evitarlo. Somos esclavos de nuestras palabras y víctimas de las decisiones que tomamos. También somos responsables de esas mismas decisiones cuando afectan a terceros. En el momento que tomamos el camino largo, ese que se aleja del común de la sociedad, nos aventuramos en un sendero bacheado en el que los momentos de euforia se verán acompañados de agujeros tan profundos que nos puede costar una vida salir. Las compañías que elegimos, porque las elegimos nosotros, pueden llegar a ser el hilo conductor que nos lleve de una vida sosegada y tranquila a un tumulto continuo en el que apenas seamos capaces de discernir la realidad de la ficción. Y, para cuando ya sí somos capaces de separar el sueño de la realidad, esta nos golpea en la cara enseñándonos, quizá demasiado tarde, que aquel largo camino que tomamos un día no era el correcto. El mundo interior que cada uno de nosotros tenemos se labra con un sinfín de realidades a las que somos permeables, o no, en función de la pátina que recubra nuestra piel. Quienes sean más vulnerables aceptarán como propias cualquier idea de otros. Los que tengan la piel más dura serán más capaces de tomar decisiones por sí mismos y ser conscientes de qué lleva aparejada esa decisión. Nuestra responsabilidad como padres estriba en ser capaces de instaurar en el chip que rija la mente de nuestros hijos la capacidad de hacerse preguntas. ¿por qué hago esto?¿qué quiero conseguir?¿dónde quiero estar?¿estoy seguro de ello?...estas y otras preguntas logran, con sus respuestas, dar valor de verdad a las decisiones que, en un momento, tomamos libremente. Si sé dónde estoy, si sé con quién estoy, si conozco los riesgos de la decisión que he tomado....entonces no estaré perdido, sino que seré responsable de cuanto haga. Mientras no logre hacerme preguntas y, por tanto, tener respuestas, corro el riesgo de ser una marioneta en manos de otro. Pese a todos nuestros esfuerzos, e incluso los de los de ellos, es posible que alguno de los nuestros termine perdido en ese mundo tan suyo que no nos ha permitido entrar. En tal caso cabe pedir ayuda; las medidas desesperadas no tienen en la mayoría de las ocasiones mucho éxito pero es una probabilidad que uno nunca debe descartar. Ironías d ella vida, puede que cualquier mala experiencia les haga verse en el espejo que, hasta entonces, siempre evitaron. Y partiendo de esa imagen retomen el sendero menos malo de la vida.

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