LUGARES PARA SOÑAR

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martes, 21 de diciembre de 2010

HABLAR DEL PRÓJIMO

Este es el verdadero deporte nacional y no el fútbol. Nuestra sociedad, otras también lo hacen, se caracteriza por una desmesurada afición por hablar del vecino, sea este conocido o no.
Hemos pasado de una sociedad donde los valores de daban por supuestos, donde la educación y el respeto se presuponían hasta que uno, en buena o mala lid, lo perdía. Ahora se demoniza al vecino sin conocerle, inventando, acusando, etc.
La presunción de inocencia ha dejado paso al principio de: “yo acuso y si es mentira, ya lo desmentirán…” Goebbels pensaba, allá por los cuarenta, que una mentira repetida muchas veces se terminaba convirtiendo en una media verdad. Y todo el mundo sabe que sólo hay una cosa peor que la mentira y esa es la media verdad.
Cuando somos pequeños, en las aulas nos enseñan que el lenguaje oral tiene la virtud de la desviación de la realidad a poco que los interlocutores se sucedan en el espacio tiempo. Que lo que hoy es un asesinato puede bien terminar en suicidio a poco que la imaginación vaya ocupando el lugar de la verdad.
En las relaciones personales pasa lo mismo. Aquí nadie se atreve a decir: “no se”, “no le conozco”, “no tengo argumentos para opinar”, en nuestro país se opina si o si. Bajo esta absurda defensa del derecho de opinión se esconde algo más profundo, menos prosaico y más humano: la inquina, la envidia, la actitud miserable. Hablamos de nuestros vecinos del cuarto aun cuando no sepamos si son hombre o elefante, y lo hacemos con una dignidad fingida que nos hace acreedores de una verdad que ni de lejos tenemos.
Para más tarde dejamos el deber de rectificar, que rara vez lo hacemos y si se produce es porque la mierda nos llega hasta la nariz.
De un tiempo a esta parte me he especializado en encontrarme ante situaciones donde muchos me conocen, dicen saber todo de mí, conocerme más que yo mismo, alguno hasta me ha dado los biberones que no me he tomado, o me habrán sujetado el preservativo en mi primera vez…todo vale.
Las opiniones, supuestas conversaciones, insultos, etc. Pueden ser de lo más variopinto, según el pelaje del interlocutor. Lo bueno es cuando no tienen reparos de hablar mal de uno cuando se encuentra delante, porque ni saben de quien hablan ni cómo es. Ahí, en situaciones así, lo mejor que uno puede hacer es reírse y entristecerse ante el embrutecimiento mental de una sociedad y de unos seres sociales que perdemos demasiado tiempo en hablar del prójimo en lugar de mirar en nuestro interior y ventilar el mal olor que pueda acumularse.

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