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martes, 22 de marzo de 2011

OTRA GUERRA MÁS

En estos momentos en el mundo se desarrollan al menos una treintena larga de conflictos armados; la mayoría invisibles para buena parte de la población. No son noticia en los medios de comunicación y, por lo tanto, para una inmensa mayoría, simplemente, no existen.
En un mundo globalizado donde las tensiones de la corteza terrestre manifestadas brutalmente en Japón son tan próximas que pareciese que la central nuclear está aquí al lado, las guerras en el África sub-sahariana o en Asia no importan porque, al no aparecer en los medios de comunicación, son menos importantes, menos graves, menos dañinas.
Y claro que lo son, porque la conciencia social del mundo desarrollado se fundamenta en la importancia de lo inmediato ante lo lejano. No somos una sociedad que nos preocupemos realmente por otras sociedades, sino que nos preocupan aquellos problemas que un día pueden ser nuestros. El ejemplo está en que no nos preocupan las víctimas del terremoto, toda vez que aquí difícilmente se producirá, sino los daños de una central nuclear ya que aquí sí las tenemos.
Lo que sucede en Sudán, en Costa de Marfil, o cualquier otro país similar no lo vemos como un problema para nosotros pues difícilmente nos vemos reflejados en esas sociedades y sus problemas no forman parte de nuestro orden social. Ni siquiera cuando la Guerra de los Balcanes estuvo en su máximo apogeo nos preocupó demasiado.
Libia lleva con Gadaffi desde hace más de treinta años, y sólo ha sido noticia cuando los americanos se han enfrentado a él o ahora, cuando la comunidad internacional ha reaccionado tarde y mal contra un sátrapa que martiriza a su pueblo. La conciencia moral del mundo occidental hace que nos echemos las manos a la cabeza ahora cuando este individuo lleva décadas gobernando un vasto territorio como le da la gana, pero claro, poderoso es el gas y el petróleo.
La de Libia será una guerra más, una de tantas. Que se mantendrá en candelero en tanto en cuanto el cacique siga en el poder. Aunque las consecuencias las pagaremos todos de nuestro bolsillo.
El mundo musulmán lleva meses convulsionándose por las revueltas sociales, unas revueltas que se producen en una población hastiada de verse sometida al yugo de dictadores militares o eclesiásticos pero qué, en modo alguno desean tener a occidentales en su territorio. Ni quieren una democracia como la nuestra, ni el mismo sistema de vida… quieren mejorar, pero no saltar a un cuadrilátero en el cual no se sentirían cómodos.
En Libia ha muerto gente y morirá mucha más, quien sabe si incluso occidentales; auque sería deseable que no pisásemos esa tierra, tan árida y dura que sólo los locales la encuentran cómoda.
No hace mucho tiempo a una periodista de TVE la despidieron por decir que era una pena tener que invadir un país para echar al dictador. El tiempo le dio la razón en todo, fue readmitida e Irak no está mejor (no tiene un dictador pero tiene señores de la guerra). Ojalá ningún periodista tenga que invocar las palabras que ese día, Ángela Rodicio, dijo públicamente. Sería la constatación de que algo habríamos aprendido…

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