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lunes, 21 de marzo de 2011

¿QUÉ CLASE DE PAÍS QUEREMOS PARA NUESTROS HIJOS?

Estamos viviendo una época difícil, un momento en el que los criterios económicos están imponiéndose más que nunca sobre los criterios socio – históricos. De un tiempo a esta parte, aunque siempre ha sido así, los términos económicos están presentes en todos los medios de comunicación como una suerte de mantra que repiten una y otra vez todos los medios de comunicación.
Cada día que pasa, sobre todo desde el comienzo de la crisis, incorporamos a nuestro vocabulario habitual términos que no formarían parte de nuestro modo de comunicarnos de no estar ahogados por el fiasco económico del sistema capitalista en el que vivimos.
Llegados a este punto convendría hacer una reflexión seria sobre el país que queremos tener; no es un asunto baladí, y mucho menos algo que debemos dejar correr como hacemos habitualmente. La sociedad debe manifestar a los políticos el camino que deben tomar realmente y no el que ellos piensan que queremos que tomen.
Desde mi humilde punto de vista España debería acometer reformas importantes en el plazo de tiempo más breve posible. Y no hablo de las manidas reformas estructurales que forman parte de ese lenguaje tan ambiguo como ambivalente que tanto sirve para un roto como para un descosido. Hablo de que esta es una tierra donde los niveles de productividad están entre los más bajos de Europa, hablo de un país que fundamenta su economía fundamentalmente en el sector servicios y, por tanto, está supeditada a cosas tan volubles como el clima.
Cuando un país quiere estar en al vanguardia del mundo desarrollado deber destinar, sin recortes, buena parte de su PIB a I+D+I. Y debe de hacerlo de forma sostenida en el tiempo, garantizando a los que investigan una aportación económica suficiente como para llevar a buen puerto sus investigaciones y que las patentes se queden aquí, y no terminemos enviando a nuestras mejores cabezas a otros lugares para que sean esos países los que se lleven todo.
Nuestra clase dirigente es mala, no está bien formada y pertenece a esa clase de políticos que antepondrán siempre sus intereses de partido frente a los intereses nacionales. Sería difícil encontrar aquí un gobierno que acometa las reformas que son necesarias en lugar de las que le garantizan votos. Aunque es posible que, en el ocaso de sus mandatos, como ahora mismo, se acometan las verdaderas revoluciones; lejos sin embargo de las necesarias.
Si uno tiene una familia, con niños pequeños, debe pensar qué exigir, qué clase de país quiere; no existe otra manera.
En poco tiempo (históricamente hablando) hemos pasado de una economía ficticia (dictadura) por una economía irreal (la de las subvenciones europeas) hasta una economía hiper – realista (la de la crisis actual) y en todo este espacio temporal no hemos aprendido otra cosa que a vivir por encima de nuestras posibilidades, sin aprender que para mantener y sostener el tan preciado Estado de Bienestar, es preciso sacrificarse, afrontar realidades y sobre todo trabajar bien, que no más.

Los próximos veinticinco años serán diferentes a los que ya hemos vivido. En el horizonte nuevas potencias aglutinarán buena parte de los recursos que una gran mayoría de países tendrán que producir. Contra las nuevas potencias y los productores de bajo coste, nuestro país sólo podrá competir en tecnología punta, en productividad… de no caminar en esa dirección terminaremos siendo un punto negro en medio de una Unión Europea que nos apretará cada día más.

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