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lunes, 2 de mayo de 2011

LUCES Y SOBRAS PARA UN BEATO

Estos días los informativos se llenan con la beatificación de Juan Pablo II, hecha en tiempo record, como si la iglesia no quisiese dejar pasar demasiado tiempo y que con él apareciesen noticias que inclinasen la balanza hacia otro camino.
No seré yo quien critique la vida y obra de Juan Pablo II, pero sí me llama la atención la celeridad con la que Benedicto XVI ha llegado al convencimiento de su beatificación. Habida cuenta de que hay cuestiones que no se sostienen.
Al “Papa viajero” se le atribuyen muchas, y estoy seguro que reales, habilidades, entre ellas se aventuran a decir que ha sido el causante de la caída del comunismo en los países del Este (hecho en el que, cómo mucho, fue un actor de reparto); es posible que haya sido también el mejor comunicador de entre los Papas de la historia reciente de la Iglesia; ha sido un dogmático tremendo, capaz de cercenar cualquier atisbo aperturista dentro de la iglesia y a la vez dar una pátina de modernidad en su encuentro con los jóvenes, a quienes en verdad se acercó mucho.
En su pontificado cabría también describir su alejamiento progresivo de Franciscanos, Dominicos y Jesuitas, demasiado cercanos a los pobres y, por tanto, reivindicativos por naturaleza.
Alejándose de ellos se encontró con otros movimientos que medraron a su lado, aupándole ahora a los altares, me refiero a: Opus Dei (fundado por Escrivá de Balaguer en 1928), Kilos (movimiento neocatecomunal fundado por Kiko Argüello y Carmen Hernández en 1960), Lumen Dei (Asociación privada fundada por Rodrigo Molina en 1967), Carismáticos (movimiento espiritual, neopentecostal, originario del luterano Harold Bredesen, 1962), Comunión y Liberación (Luigi Giussani, 1954), Schoenstatt (José Kentenich, 1914), San Egido (Movimiento laico fundado en 1968 tras el Concilio Vaticano II), Legionarios de Cristo (Marcial Maciel, 1941)… todos estos grupos religiosos, o movimientos espirituales han sido promotores válidos para la beatificación de Juan Pablo II. Sin embargo sobre casi todos ellos hay nubarrones sobre su gestión, su eficacia, su verdadera labor…la controversia con el pederasta Maciel, con el millonario Kiko Argüello, etc..hacen que uno observe la presunta Santidad, como algo de mercadillo.
A este Papa se le pueden (y deben) atribuir méritos cómo la divulgación religiosa de su fe; los esfuerzos por un acercamiento hacia otras corrientes de fe; la disculpa por los errores del pasado…sin embargo no reconoce los errores del presente.
Critica, condena y persigue la Teología de la Liberación: corriente religiosa que surge del Concilio Vaticano II y de la Conferencia de Medellín en 1968 y que pretende ser pragmática plateándose preguntas sobre cómo debe de ser un cristiano en un continente oprimido. Ignacio Ellacuría, jesuita español asesinado en El Salvador, fue uno de sus más firmes defensores; los jesuitas…siempre los jesuitas. Verdaderos dolores de cabeza en la vida de Juan Pablo II…
Benedicto XVI, quien ahora le ha Beatificado es también un personaje a seguir, capaz de hacer creer al mundo que es un renovador, siendo quien más ha criticado los intentos aperturistas desde los prelados de continentes oprimidos…
Está claro que ni uno ni otro han vivido bajo el yugo de la pobreza extrema, de las injusticias vitales, morales y fanáticas. Nadie les culpa, pero beatificar se está convirtiendo en un ejercicio barato con el que el Vaticano llena sus arcas con la llegada de peregrinos, creyentes y curiosos.
Es, Juan Pablo II, pues, un Papa con muchas luces, pero con bastantes sombras…

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