LUGARES PARA SOÑAR

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cerrar lo ojos y sentir

martes, 4 de septiembre de 2012

CAMINANDO

Caminando se llega a todos los lados. Decían los antiguos que todos los caminos llevaban a Roma. Siendo una exageración lo cierto es que todos los caminos que iniciamos en la vida tienen como destino único nuestra propia Roma. Para muchos su Itaca se queda a la vuelta de la esquina, en el primer bar al girar la calle. Otros emprenden una marcha sin final cierto en la que aspiran a encontrar aquello con lo que soñaron. En cualquier caso caminando es como se llega. La sociedad actual, moderna y llena de angostos pasadizos por los que unos pocos nos hacen caminar como gorrinos en procesión, no es ajena a que son los movimientos sociales los que tienen la capacidad de cambiar el orden establecido. Nos aborregan con todo tipo de aparatos tecnológicos y términos que desconocemos para que transitemos sin levantar mucho la cabeza, no sea que decidamos, motu propio, emprender la marcha de forma asilvestrada. Caminando hacia el conocimiento es cómo se avanza en el mundo, los grandes descubrimientos (muchos de ellos por azar) son la consecuencia del camino a ninguna parte que muchos científicos iniciaron partiendo de un único sueño. En ocasiones nada plausible. Caminando por la vida (como dice Melendi) es cómo se ve el mundo. Permanecer estáticos o esperando a que alguien venga a rescatarnos de nuestra mísera existencia, no es más que perecer estando todavía vivos. Admiro a aquellos de nuestros mayores que, habiendo tenido una vida llena de trabajos, experiencias, vivencias y demás, afrontan el invierno de su vida buscando pequeños “veranillos” en los que disfrutar todavía un poco más. Quiero pensar que cuando llegue ese tiempo a mi vida tenga el tesón suficiente como para emprender nuevos caminos. Todos somos caminantes, unos de paso largo, otros de paso corto. Sí, también los hay que sólo se mueven a empujones pero, incluso esos, son caminantes. Forman parte del conglomerado de piedras que acostumbramos a sentir en las zapatillas de nuestra vida. Unas nos dejan lastimados sin pretenderlo, otras pretendiéndolo no lo consiguen. Siempre he caminado, incluso cuando he metido mis pies en losas de hormigón fresco que, al fraguar, ralentizaron mi paso. Al fin y al cabo la fortaleza del caminante está en su capacidad para continuar camino, aun lleno de remiendos. Caminando.

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