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viernes, 7 de septiembre de 2012

ENTRE LA FE Y LA RAZÓN

La dicotomía que existe entre la fe y la razón va mucho más allá de la mera “lucha” entre la Filosofía y la Religión. Hay personas que ven en la fe y la religión su razón de vida y la bandera ante la que golpearse el pecho cada vez que la ven y otros que se cuestionan su propia existencia acudiendo, no a la revelación, sino a la refutación de los hechos. Es posible que para los creyentes no exista ninguna duda, incluso es probable que entre los escépticos que buscan la lógica existan creyentes a pies puntillas. ¿cómo se descubren los límites de la fe o de la razón? En momentos duros, en las dificultades, en las situaciones donde la tensión soportada supera a la soportable. Baste un ejemplo como este: “Un hombre se cae a un pozo muy profundo y baja cien metros a plomo antes de poder agarrarse a una rama que sobresale y detener su caída. Va perdiendo fuerzas, cada vez le resulta más difícil sujetarse y, en su desesperación, grita: ¿Hay alguien ahí? Mira hacia arriba y sólo logra ver un círculo de cielo. De pronto, se abren las nubes y surge un haz de luz que le ilumina. Se oye el rugido de una voz profunda que dice: Eh, tú, soy el Señor, suéltate de la rama, que te salvo. El hombre pondera por un momento sus palabras y grita: ¿Hay alguien más? La posibilidad de perder la vida hace que la balanza entre la fe y la razón no tenga discusión en cuanto a su peso especifico. Puede ocurrir justo lo contrario y que alguien escéptico ante la tesitura de una muerte segura abrace una fe que diez minutos antes repudiase. Los miedos nos hacen comportarnos, finalmente, de un modo u otro. Si tuviese que elegir entre Fe y Razón, no tengo ninguna duda, me quedo con Descartes y su “Pienso, luego existo”. Lo divino tiende a enmascarar la realidad desconocida con un halo de presunto conocimiento. La fe mueve montañas y por esas montañas es capaz de matar el ser humano. La sinrazón se da más entre las luchas religiosas que en las disputas entre científicos, que también las hay. Tal vez el equilibrio habría que buscarlo entre la sabiduría que nos aporta la búsqueda del conocimiento y la paz que nos puede dar el sentirnos seguros de que aquello que todavía desconocemos no puede ser tan malo. Descartada la existencia del cielo ante lo goloso del infierno, más vale alejarse de los extremismos religiosos y vivir la fe sin perderle la cara a la ciencia.

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