LUGARES PARA SOÑAR

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martes, 11 de septiembre de 2012

UNA VIDA PERDIDA

Hace unos días hablaba con un amigo sobre qué había llevado a su hijo a dilapidar su vida, y parte de las de sus padres, en alcohol y drogas. La búsqueda de respuestas a las preguntas que se hacía una y otra vez no eran más que tratar de encontrar una utopía. Detrás de una persona adicta, casi siempre, hay una persona débil. Alguien con falta de confianza. O con debilidad ante ciertos individuos como para decir que no. Habría que distinguir entre aquellos que son adictos a las drogas permitidas y los que se enganchan con lo prohibido. Lo prohibido siempre ha sido un reclamo para las mentes abiertas y transgresoras, aquellas que buscan siempre ir un paso más allá. Quienes piensan así suelen adentrarse en caminos tenebrosos de los que salen con no pocas dificultades. Sucede, que suelen ir acompañados de otros muchos que son incapaces de darse cuenta de que ya están pillados. Lo permitido hace que su uso y disfrute se convierta en un automatismo más del día a día. Tomo una copa aquí, una cerveza allí, un vino en el otro lado...al final es el alcoholismo el que se asienta entre ellos. El tabaco es, sin duda, la droga más adictiva, y también la más destructiva. Quizá no sean sus efectos tan abrumadores socialmente, pero sí lo son a nivel físico y sobre todo, mental. Los que verdaderamente lo pasan mal son quienes consumen, da igual si drogas permitidas o prohibidas. Quizá no se den cuenta de que sufren, ni de que estén siquiera haciendo algo mal; sin embargo no es así. No son dueños de sus vidas, en tanto en cuanto las adicciones les dominan. Y los familiares (padres, madres, hijos, esposas, maridos, hermanos), ¿qué sucede con ellos? Pues normalmente se preguntan ¿en qué hemos fallado?¿por qué a nosotros? Y otras preguntas mal formuladas. Conviene hacer un estudio introspectivo para ver si, efectivamente, hemos tratado a nuestros hijos igual, a nuestros amigos de igual manera, si prestamos la atención debida, etc. Seguramente lo que descubramos no nos gustara pero... ¿nos hace realmente responsable de lo que ha pasado a los nuestros?. La respuesta más obvia podría ser que sí; sin embargo, a ciertas edades, y en determinadas condiciones los verdaderos responsables siempre son los consumidores. La gran mayoría tienen la capacidad de abandonar unos hábitos que le hacen daño, y para aquellos que no alcanzan esa capacidad están los programas de ayuda. Pero hay grupos de personas que no aceptan ayuda, que no tienen la voluntad de aceptar sus propios problemas, a esas personas conviene no prestarles más atención de la debida. Si eres consciente de que haces algo mal y perseveras cuando tienes posibilidad de que te ayuden, debes aceptar las condiciones. Tienes que aceptar la marginación, que te señalen, que te marquen con uno de esos carteles infames que no se ven que dice: marginal. Y quien piense que marginal es aquel que se pone un “pico” en una tienda de campaña de un polígono cualquiera, se equivoca; hay muchos “marginales” de traje y corbata, acodados en cualquier barra, escondidos en cualquier lugar oscuro. A mi amigo, que se encontraba en este último grupo le recordé la conveniencia de cuidar lo suyo, de mirar por aquellos que todavía quedaban bajo su paraguas. Que si su hijo se mojaba había sido por plena decisión. Y en la vida hay que decidir. Todos cometemos errores, pero si lo cometes a sabiendas. Una vida perdida...

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