LUGARES PARA SOÑAR

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jueves, 20 de diciembre de 2012

CUANDO YA NO ESTÁN

Se aproximan días de fiestas familiares, momentos en los que las diferentes tradiciones se agrupan en el hecho cierto de celebrar una fiesta familiar. O más o menos familiar. Por ello es también tiempo de añoranza de aquellas personas que ya no se encuentran con nosotros, seres que hemos dejado en el camino de la vida y que recordamos ahora más que otros días. La tradición Católica nos ha enseñado a lo largo de los siglos que hemos de recordar a los nuestros de una forma sentida, íntima. En otra época incluso hasta pasado mucho tiempo no se podía celebrar ni siquiera una fiesta. Como bien describe “La casa de Bernarda Alba”. Recuerdo que con 17 años perdí a un ser querido en estas fechas, concretamente el día del sorteo de Navidad, y siempre me costó entender cuales son las razones que nos empujan a llorar al que perdemos recordando una y otra vez que se ha ido. Lo lógico sería juntarse y reír las gracias del personaje, acordarse de los buenos momentos y celebrar que nos acordamos de alguien fallecido para sonreír y no para tener un halo de tristeza en medio de una fiesta. Hace muchos años alguien me dijo que cuando él no estuviese quería que se acordasen de él, aunque fuese para mal. Implicaría ello que había dejado huella de algún modo. Y yo creo que esa es la misión que tenemos aquí, no ser meros seres vivientes, sino ser parte del todo. En el momento que pierdes a alguien que quieres, sobre todo si la pérdida es absoluta, el vacío que ser crea puede llegar a abrumar, toda vez que para muchos implica que una parte de su trayectoria vital, de pronto, se tambalea. Quiero pensar que quien ser va no quiere llevarse consigo al que se queda, sino que espera que rehaga su vida, que siga sonriendo, que tire para delante y, sobre todo, que cuando le recuerde no sea con pena. Si todos entendiésemos ese tránsito del mismo modo, sería mucho menos largo el duelo. La vida no es larga, aunque dure cien años, así que perder el tiempo en añoranzas tristes no ayuda a disfrutar. Invitaría a quien ha perdido a que vislumbre el futuro con alegría. Sólo haría una salvedad; creo que ningún padre debería enterrar a sus hijos. Esa pérdida, ese vacío jamás se llena. Cuando ya no están...

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