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sábado, 29 de diciembre de 2012

LA NECESIDAD DE COMUNICARSE

Si uno mira atrás en el tiempo y recuerda como era su vida a mediados de los noventa, se encontraría conque las cosas no sólo han evolucionado mucho sino que en menos de veinte años hemos pasado de hablarnos una vez a la semana por teléfono y mantener todavía relaciones epistolares con la familia y parejas, a tener una vida en la que la comunicación va por delante de los hechos. Parece que en el mundo actual las cosas van más deprisa, que suceden más cosas, que ahora se dan circunstancias que antes no se daban, etc... y no es cierto. Antes ocurrían cosas, lo que pasaba es que no te enterabas hasta mucho tiempo más tarde...si lo hacías. Ahora alguien roba una mandarina en Almería y lo sabemos en Ourense casi antes de que el autor de los hechos ponga su mano en la fruta. La necesidad de comunicarnos nos tiene ahora atados a los teléfonos móviles, apéndices postizos que apenas somos capaces de dejar a un palmo cuando nos metemos en la ducha (esto hasta que los hagan impermeables del todo). Vivimos la era del decir, del trasladar a otro cualquier cosa por peregrina que sea. La gratuidad en las comunicaciones vía Internet o vía móvil es algo valioso que, sin duda, ha mejorado mucho las cosas en una sociedad tan avanzada como la nuestra. Pero no es menos cierto que también ha traído consigo una serie de vicios de fábrica que difícilmente nos quitaremos de encima. Por una lado está el deseo de controlar que todo ser humano tiene. Controlar lo que el otro hace, cuando está despierto, duerme, escribe, habla... La transmisión, además, de imágenes en tiempo real ha logrado que circulen por la red insustanciales instantáneas de absurdos momentos sin el más mínimo interés o, en todo caso, el interés de quien estrena un nuevo aparato digital con que el pretende ilustrar a otro. Cuando las fotos había que revelarlas nos cuidábamos de hacer fotos estúpidas, bastante tenía uno con ser un manazas y aprovechar diez o doce de un carrete de 24. Hoy, cuando llegamos a una cena de amigos en la otra punta del planeta es posible que un lugareño desde la tumbona nos diga: “me gusta tu cocina”... como si te fuese a importar su opinión. A los genios que controlan las comunicaciones el mundo les debe de ir de maravilla. Cada día nos crean una necesidad nueva que no sabíamos que existía hasta el instante anterior a abrir el correo o leer un wathsapp. En el manual de la estupidez humana hay un lugar reservado para aquellos que terminamos tropezando una y otra vez en la piedra tecnológica nueva que nos van colocando. Estoy seguro de que el 90% de la población que tenemos teléfonos inteligentes no utilizamos ni una décima parte de su potencial, pero ahí están. Es como comprar un Porche para circular después por una carretera a treinta kilómetros por hora...pero ahí lo tenemos, protegido con fundas, plásticos.... La necesidad de comunicarnos...

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