LUGARES PARA SOÑAR

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cerrar lo ojos y sentir

miércoles, 5 de diciembre de 2012

VISIONES

Pertenezco a una generación que creció en una sociedad que mantenía una dura disputa entre el pasado reciente y la modernidad que terminaría fagocitando aquel pasado casposo, hoy casi superado. Eran tiempos de televisión con rombos. Rombos que indicaban a los padres qué debían y no permitir ver a sus hijos, sin reparar en que aquellos imberbes tenían ojos para ver mucho más allá de lo que uno o dos rombos establecían como correctos. Alimentamos nuestra imaginación a partir de lo prohibido, siempre es lo que nos niegan lo primero que tratamos de buscar. Así las visiones que tenemos a lo largo de nuestra vida son las que nos hacen ir hacia un lado u otro. Las primeras tetas que recuerdo haber visto siendo consciente de las tetas formaban parte de mis fantasías, fueron las de dos amigas de mi madre. Unas “desvergonzadas” para la época que hacían topless en un pueblo de provincias. Aquellos melones de una y pequeños frutos de la otra entraron de pronto a ser objeto de culto en las tumultuosas noches de tiendas de campaña improvisadas bajo las mantas. Tras un constante peregrinar de estío a las orillas del río Miño llegó el otoño, y con el los cuellos altos. Eran tiempos duros, sin duda, donde sólo podías imaginar ya que ver...era difícil. Y eso que lo intentábamos, encaramándonos a muros, ventanas, balcones y otros lugares. Al final has de pasar al plan B. ¿Cual era el plan B? Asaltar por las bravas a alguna de las amigas y ver que sentías al tocar aquellas turgencias. Claro que la empresa no era fácil, por un lado el no saber muy bien qué ni cómo; por otro las represalias. Como quiera que nos adiestró alguno de nuestros mayores allá nos decidimos a la emboscada. Metiendo mano a la panadera, a la hija de éste, de aquel... tocando por tocar, pues las prisas para evitar el bofetón inmediato hacían que la visión que quedaba más tiempo en tu memoria fuera el dolor del manotazo. Aun y así...era una aventura casa diaria. Hoy lo mismo nos habrían acusado de acoso o algo así. Y que conste que era algo que no sólo hacían los chicos, pues recuerdo a chicas rodeando y tocando a alguno de los más “afortunados” que jugaba con nosotros. Otra de las visiones que seguramente guardamos en la memoria es la del primer cuerpo desnudo que vemos del otro sexo de forma buscada, premeditada, con todo el subidón del morbo de la primera vez. Como no podía ser de otro modo en alguien que se crió en un pueblo rodeado de amigos, la visión fue mancomunada. La afortunada una vecina que había llegado de Valencia ese mismo verano y que consideraban las lugareñas como “hippies” porque llevaban ropa...holgada. Esperamos casi dos horas con un calor del demonio tras un muro para ver cómo se duchaba. Fue como ver la luna con telescopio, una visión imborrable. Como también lo fue el ver la cara de su novio saltando el muro con una mala leche increíble. Eso sí...reír nos reímos mucho. Nos fuimos a casa y … cada uno con su propia tienda de campaña. Jamás aquella vecina volvió a ser observada con los mismos ojos. Durante mucho tiempo fue la utopía de algunos. Otra de esas visiones que se me han quedado grabadas el alguna estantería de mi memoria fue la de un vecino que siempre había sido ejemplo para todos, padre responsable, marido ejemplar y tenaz martilleador de la conciencia de su hijo y de la mía sobre cómo comportarnos con esto y con aquello. Pues bien, un día de verano su vástago y quien escribe bajaron a la ciudad al cine, en tren, como siempre que nuestros padres podían permitírselo o cuando habíamos ganado los suficiente recogiendo balones en el campo de fútbol. A la salida del cine, tras haber reído a carcajadas con “Loca academia de policía” paseábamos hasta la estación para tomar el tren de regreso cuando vimos el coche de su padre y, curiosos, fuimos a ver si lo veíamos. Era media tarde y el coche estaba próximo a uno de los puentes que cruza la ciudad. Y vimos al padre, bajo un arco, en una actitud nada correcta. Fue una visión que nunca olvidaremos. Entonces no sabíamos como llamar a los “chaperos”, en aquel entonces sólo sabíamos la palabra “maricón”...una visión en suma... Seguro que en mi vida hay más visiones, unas agradables, otras desagradables, alguna maravillosa, como cuando ves a tu hija por primera vez, etc. pero terminaría con una bastante reciente. Pasando por una playa nudista pensaba sobre mi disgusto por pasear a lo largo de la playa desnudo. Me gusta tomar el sol desnudo, incluso bañarme, pero caminar se me hace incómodo. El caso es que iba atribulado con estos pensamientos cuando vi, a lo lejos a una mujer que caminaba en sentido contrario. De lejos percibí que ella también llevaba la parte de abajo del bikini, caminando con otra amiga desnuda. Para mí pensé que no era el único y que había más que pensaban igual. A medida que nos acercábamos el bañador me parecía más rarito, pues no le veía los cordones laterales típicos, con los que sujetar dicha prenda. Ya más cerca mis ojos no pudieron dejar de mirar para aquel triángulo equilátero con más pelo que la cabeza de un mulato. No pude evitar sonreír, definitivamente el sentido del ridículo es tan personal como lo puede ser una mirada....

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