LUGARES PARA SOÑAR

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viernes, 1 de octubre de 2010

ACEPTACIÓN

Hoy día, donde la palabra igualdad, los movimientos en pro de los derechos humanos, la extensión del estado de bienestar y demás, están más en boga que nunca uno no puede dejar de plantearse verdaderas reflexiones sobre lo que significa todo esto que se mueve a mi alrededor.
Se nos llena la boca con la palabra igualdad, queremos que la gente (en nuestra sociedad del primer mundo) viva con igualdad de oportunidades, como si eso fuese una innovación pretérica.
Lo complejo es el proceso de aceptación, ese mecanismo mental y físico por el cual somos capaces de reconocer un estado social, una apariencia física y un entorno particular como nuestro, como parte del todo que forma cada unidad personal.
Cuando queremos que alguien forme parte de nuestras vidas, ya sea de manera personal o laboral, le decimos que lo queremos, que nos gusta. Pero en cuanto conocemos de manera cercana las circunstancias personales de cada individuo comenzamos a echar balones fuera. Pasamos del te quiero, al te quiero pero sin eso, sin aquello, sin lo otro...
Aceptar al otro cómo es requiere un ejercicio brutal de mirada interna, de no comparación, de análisis frío de las situaciones dadas,etc.
La lucha por los derechos humanos ha sido el caballo de batalla de muchas generaciones, de libertadores y liberados, de soñadores y realistas... y no es una guerra perdida, pero si un continuo batallar. Confundimos aquí los derechos humanos (occidentales y del primer mundo) con la imposición de una manera de ver la vida, las cosas, las sociedades; que poco o nada tiene que ver con la que tienen en lugares como el subcontinente africano, Asia central, etc.
Pero nosotros, los occidentales, no los aceptamos como son, sino que queremos modificar la sociedad en la que ellos viven e imponerles un modelo, el nuestro, que consideramos el mejor de todos. Imaginemos, por un instante, que los indios Yanomami estuviesen en posesión de armas de destrucción masiva con un ejército imponente e invadiesen Europa; imaginemos ahora que en lugar de aceptarnos como somos, nos impusiesen ir con taparrabos, rezarle a un tronco de árbol, comer con las manos... qué sucedería? lo soportaríamos? No, claro que no. Sin embargo no los aceptamos a ellos como son, les imponemos. Los queremos, si, pero en reservas...
Aceptar no significa claudicar y mucho menos renunciar. Deberíamos aceptar al otro como es, con todas sus circunstancias individuales o sociales. La adaptabilidad del ser humano has sido su mejor arma para la supervivencia en un mundo que no es amable con nosotros. ¿Por qué nos empeñamos en imponernos a los demás? ¿Por qué nos agrada tanto someter a las demás naciones o pueblos?
Claro que habrá quien diga: «yo respeto a todos», la respuesta es fácil; para que nosotros podamos llevar el estilo de vida que llevamos en las naciones industrializadas, es preciso que en otros lugares se mueran de hambre, trabajen por un euro al mes, o desparezcan en experimentos de todo tipo... si somos capaces de aceptar eso, seguro que lograríamos un mayor respeto entre iguales.

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