LUGARES PARA SOÑAR

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cerrar lo ojos y sentir

miércoles, 20 de octubre de 2010

LUCHA ENTRE EL IR Y EL VENIR

Cuántas veces habremos oído aquello de: “cuando tu vas, yo vengo de vuelta”, generalmente esto dicho por nuestros mayores o por personas que creen tener la experiencia suficiente en la vida como para hacer bandera de ella. No tienen, sin embargo, en cuenta que la subjetividad de cada momento vivido es inversamente proporcional al momento que normalmente quieren comparar. Mi experiencia nunca será la tuya...
Llegados a este punto, uno no puede hacer otra cosa que comparar su ir con su propio venir. Con el paso de los años acumulamos, no pocas, experiencias en nuestras espaldas, a ellas recurrimos cuando vamos encauzados hacia una experiencia similar. Es casi imposible no establecer comparaciones entre las situaciones ya vividas y las presentes, cuando no con las futuras.
Quizá debería hacer un ejercicio de objetividad en este razonamiento tan subjetivo; pero es complicado hacerlo.
En este tiempo ya vivido he sido parte de situaciones, he tomado decisiones, me he dejado llevar por el momento y el tiempo, etc. Ahora, que quiero dar un nuevo rumbo a mi vida me he propuesto no comparar el tiempo presente con el pasado imperfecto que, sin duda, hallaré a la vuelta de la esquina.
El corazón es una herramienta tan locuaz como muda parece; es capaz de hacer saltar por los aires cualquier planteamiento de futuro; es tenaz como una mula cuando siente de verdad; es duro como un muro cuando el dolor tapa cualquier capacidad de amar...
No he sido una persona que se dejase llevar en la vida, casi siempre he tendido a la autoprotección impidiendo con ello que el fragor del verdadero amor fraguase en mi casa como yo hubiese deseado. Seguramente la inseguridad en unos casos, la falta de acomodo en otros; han logrado que jamás perdiese el verbo por nadie.
Escucho a unos y otros hablar de perder el sentido por amor, de quedarse mermado de capacidades por el mero hecho de estar enamorado. A mí, nunca me ha pasado, sin embargo creo ser consciente de haber amado con intensidad, con mucha intensidad, pero... hasta el punto de perder el sentido de las horas y los días? Lo cierto es que no.
Tal vez mi manera de ver la vida, de afrontar el día a día y las realidades que me ha tocado vivir, han hecho de mi un ser que quiere de otras maneras o que entiende el amor de manera diferente.
Este sería más o menos el camino de regreso de mi vida, ese venir del que he hablado. Mas ahora quiero hablar del ir, de ese salto al vacío que quiero dar. Pretendo caminar hacia el final del túnel del amor por muy angosto que pueda parecerme, por mucho miedo que pueda darme. Necesito entregar mi alma al diablo para que los sentimientos sean tan intensos como sea capaz de asimilar, incluso más.
Calculo, que más o menos debería estar en el ecuador de mi vida, en ese momento en el que se inicia una cuesta abajo que terminará con mis huesos en algún centro de la tercera edad donde, con suerte, me cambiarán el pañal cada ciertas horas. No quisiera llegar a esa edad carente de sentido común, mejor quedarse en el camino que arrimarse a la orilla sin remos que te sostengan.
Es en el inicio de este nuevo tramo de vida donde quiero sentir, donde quiero ver nacer en mi interior ese brillo del que me han hablado y contado. Quiero descubrir que conocerse, amarse, desearse, vivir... es ahora una experiencia para todos los sentidos; no cómo hasta ahora donde el tacto era el más importante.
El órgano sexual más importante siempre ha sido el cerebro, lo que sucede, es que mientras uno es joven desprecia la racionalidad por la imprudencia de la temeridad. Cuando tienes veinte años no evalúas la relación, simplemente la valoras carnalmente y numéricamente. Ahora la ecuación tiene muchas variables, los métodos para resolverla son tan complejos y variados que casi todo tiende a infinito... como infinitas son las formas de amor.
Ya está decidido, voy a iniciar el camino del ir, tal vez un viaje a ninguna parte, puede que un viaje hacia la realización personal de un amor fuerte.

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