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miércoles, 24 de noviembre de 2010

LA OTRA REALIDAD DE LA CRISIS

Con la que está cayendo, económicamente hablando, en este país, parece mentira que muchos tengan una visión tan superflua de la misma. Parece que el problema de este país se llama José Luis Rodríguez Zapatero, y muchos que escuchan esto comulgan con ruedas de molino.
Alguien en su sano juicio puede creerse que el problema es éste, seguramente que a nadie se le ocurre pensar que los empresarios no iban a tragar así como así. El problema es mucho más profundo y afecta a demasiados sectores.
Para comenzar habría que matizar hasta dónde llega el poder del Presidente de una nación, España, con 17 gobiernos autonómicos; el resultado de esta simple apreciación nos dice que el Gobierno controla el 30% de presupuesto del Estado, o lo que es lo mismo menos de un tercio. El resto lo gestionan las Autonomías, por lo que habría que pedir responsabilidades a los 18 presidentes y no sólo a uno.
La otra realidad es que en España hemos pasado en apenas cincuenta años de una Dictadura donde pocos vivían bien, a una democracia que instauró un Estado de Bienestar del que todos nos beneficiamos y que nadie se preguntó jamás de dónde venía. Vivimos a la sopa boba durante dos décadas de las subvenciones que llegaban desde el otro lado de los Pirineos. No hemos invertido nada en generar nuevas industrias, ni lo suficiente en I+D+I, y cuando nuestros estudiantes han destacado se ha producido una fuga hacia otras latitudes, ya no por falta de dinero, sino por insuficientes lugares para desarrollar su trabajo.
La economía de España pasó del ladrillo caudillista de las playas de Benidorm al ladrillo generalizado. Construimos para el doble de la población, como si tener dos o tres viviendas fuese el pan nuestro de cada día.
En este período de vacas gordas a nadie le importó un pepino que entrasen en nuestro país 5 millones de extranjeros, la mayoría sin cualificar. Se trataba de mano de obra barata que hacía los trabajos que nosotros, señoritos venidos arriba, no queríamos hacer. Y ahora decimos que nos sobran, que estamos invadidos... lo peor es que no es cierto, pues necesitamos, no cinco, sino hasta diez millones de extranjeros en este país que puedan mantener el nivel de cotización suficiente para sostener un sistema de pensiones en un país donde la longevidad va en aumento, algo sobre lo que nadie quiere reflexionar. La SS.SS nació cuando la esperanza de vida en nuestro país era de diez años menos que ahora, es obvio que necesita una revisión.
Si alguien en la piel de toro cree que va a llegar un político con una varita mágica y lo solucionará todo, está equivocado. El mismo perro con distinto collar, con el agravante de que, quien parece puede llegar, fue quien en su día liberalizó el suelo y dejó al país sin control absoluto sobre petróleo, electricidad y otros.
Somos nosotros, los ciudadanos, quienes tenemos que ver de manera clara que nuestro país necesita una regeneración, que es preciso mejorar los rendimientos laborales, disminuir el absentismo laboral, rentabilizar las inversiones y sobre todo racionalizar la economía; no podemos pretender ser un país como Alemania, porque su mercado laboral es totalmente diferente al nuestro. Ni somos como ellos ni nuestra solidaridad es como la de ellos.
La responsabilidad de la crisis, lo queramos o no, es nuestra que hemos mirado hacia otro lado, sin pedir cuentas a nadie. Somos tan estrechos de miras que pensamos que vendrá un ángel salvador para solucionarnos la papeleta cuando nuestra obligación está en fiscalizar la labor de los que nos gobiernan y despacharlos, si es preciso.
También, la crisis, nos obliga a un acto de contrición; tenemos que ser capaces de aceptar una reestructuración del mercado laboral. Algo que no se hará de hoy para mañana sino en un proceso que habrá de durar no menos de veinte años para tener resultados.
Hemos tenido una transición política, que salvo chapuceros casos, ha sido óptima y nos ha situado en un lugar privilegiado dentro del orbe mundial; ahora nos toca una transición de mercado, para situar nuestro país en el mundo actual donde debe. Ya no todo es turismo; hoy viajar a cualquier parte del globo es posible y asequible; ni ladrillo, ya tenemos viviendas construidas para dos generaciones... quizá el futuro esté en una industria de calidad, en una exigencia mayor en las cualidades, capacidades y calidades. Por ahí deberíamos caminar.

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